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Deepfakes: siete casos reales que muestran cómo el cibercrimen evoluciona con la inteligencia artificial

La inteligencia artificial no solo impulsa innovaciones positivas en múltiples industrias, también se ha convertido en un recurso sofisticado para la delincuencia digital. Una de sus expresiones más peligrosas son los deepfakes, falsificaciones de audio o video capaces de imitar a la perfección la voz y el rostro de una persona real. Estos montajes, cada vez más convincentes, han sido utilizados para estafas millonarias, campañas de desinformación y ataques a la reputación de individuos y organizaciones.

ESET Latinoamérica, compañía líder en ciberseguridad, recopiló recientemente algunos de los casos más impactantes donde los deepfakes se convirtieron en la pieza central de operaciones fraudulentas.

“Un empleado transfirió más de 25 millones de dólares tras una videollamada con un deepfake del director financiero.”

  • Lionel Messi: El astro argentino fue utilizado en un video manipulado para promocionar una aplicación de inversión ficticia llamada Wildcat Dive. El montaje mostraba al futbolista recomendando la plataforma como una fuente segura de ingresos, lo que llevó a miles de usuarios a caer en la estafa.
  • Elon Musk: Bajo su imagen circularon anuncios en redes sociales y YouTube que prometían altos rendimientos en Bitcoin. Más de 7000 personas fueron engañadas, acumulando pérdidas superiores a los 80 millones de dólares, según la Federal Trade Commission de EE. UU.
  • Arup (Hong Kong): Un empleado financiero transfirió más de 25 millones de dólares tras una videollamada falsa con quien parecía ser el director financiero de la compañía.
  • Ferrari: Criminales clonaron la voz del CEO Benedetto Vigna para intentar ordenar transferencias millonarias. La operación falló cuando un ejecutivo realizó preguntas que la inteligencia artificial no pudo responder de forma coherente.
  • WPP: En 2024, los atacantes suplantaron al director financiero mediante audios manipulados y una reunión virtual falsa en Microsoft Teams. El objetivo era extraer datos sensibles y fondos de la multinacional de publicidad.
  • Escuela de Baltimore: Un audio falso hizo parecer que un director escolar pronunciaba insultos racistas y antisemitas. El material se viralizó con millones de reproducciones, generando amenazas contra el educador antes de que la policía confirmara que se trataba de un montaje.
  • Presidente Volodímir Zelensky: En marzo de 2022, un video deepfake mostraba al mandatario ucraniano instando a sus tropas a rendirse en plena guerra con Rusia. La respuesta fue inmediata: Zelensky publicó un mensaje auténtico para desmentir la manipulación.

Estos casos evidencian que el alcance de los deepfakes no se limita a la fama o a las grandes corporaciones. Cualquier individuo, empresa o institución puede ser blanco de esta tecnología. Su eficacia radica en la credibilidad visual y auditiva que generan, lo que dificulta distinguir entre lo real y lo falso.

Entre las principales recomendaciones de los expertos destacan:

  • Desconfiar de anuncios que prometen beneficios demasiado atractivos.
  • Analizar la calidad técnica de los videos, ya que pequeñas inconsistencias pueden delatar el fraude.
  • Implementar protocolos internos en las empresas que impidan autorizar pagos solo por llamadas o videollamadas.
  • Capacitar continuamente a los equipos para detectar intentos de manipulación digital.
  • Utilizar soluciones de seguridad que bloqueen sitios maliciosos y herramientas actuales de detección de deepfakes.

“El video falso de Zelensky instando a rendirse obligó al presidente a responder con un mensaje real inmediato.”

Los deepfakes representan uno de los desafíos más complejos en la lucha contra el cibercrimen y la desinformación. Su capacidad para manipular percepciones, atacar la reputación y generar pérdidas económicas de gran magnitud los convierte en una amenaza global. La clave está en la prevención, la verificación de la información y la educación digital, tanto en el ámbito personal como corporativo.

Hoy, más que nunca, resulta esencial preguntarse: ¿estamos preparados para un mundo donde ya no podemos confiar plenamente en lo que vemos y escuchamos en línea?

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