Tecnología

La burbuja de la inteligencia artificial: advertencias y paralelismos con la era puntocom

La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido en la economía global con una fuerza pocas veces vista en la historia de la tecnología. Sin embargo, la velocidad de su crecimiento y la avalancha de inversiones han generado un debate inevitable: ¿estamos frente a una burbuja similar a la que vivió internet a finales de los noventa?

Bret Taylor, presidente de la junta de OpenAI y CEO de la startup de agentes de IA Sierra, es uno de los que levantan la voz en este sentido. En una entrevista reciente, reafirmó una advertencia lanzada por Sam Altman, CEO de OpenAI: alguien, probablemente más de uno, perderá una cantidad gigantesca de dinero en la carrera por dominar la inteligencia artificial.

El término “burbuja de la IA” ha ganado espacio en los últimos meses. A pesar del entusiasmo, los datos muestran matices importantes: según la Encuesta de Tendencias y Perspectivas Empresariales (BTOS), la adopción de IA en grandes compañías cayó del 14% al 12% en los primeros nueve meses del año. Aunque el descenso parece pequeño, refleja un posible enfriamiento en la velocidad de implementación empresarial.

Hace apenas tres años herramientas como ChatGPT parecían ciencia ficción; hoy se han convertido en imprescindibles en múltiples industrias.

Taylor reconoce que la situación es paradójica: por un lado, la tecnología está creando un valor económico incalculable, comparable al impacto que tuvo internet en sus primeros años; por otro, muchas empresas que hoy apuestan con fuerza podrían no sobrevivir al ajuste de mercado.

La comparación con la burbuja del puntocom es casi inevitable. En aquel entonces, un exceso de expectativas infló las valoraciones de startups tecnológicas que después colapsaron, arrastrando a gigantes y dejando miles de millones en pérdidas. No obstante, tras el estallido, internet se consolidó como el motor de la economía digital moderna.

Taylor cree que el mismo patrón se repetirá: habrá fracasos sonados, incluso quiebras de grandes jugadores, pero la IA saldrá reforzada. La diferencia clave es que, a diferencia de los primeros portales web, hoy la inteligencia artificial ya está desempeñando tareas con un impacto económico directo, desde la automatización de procesos hasta el análisis de datos a gran escala.

La visión de Taylor va más allá del entusiasmo superficial que generan productos como ChatGPT. Asegura que la IA no es solo una herramienta conversacional, sino un motor capaz de reemplazar actividades tradicionalmente humanas: desde redactar informes hasta coordinar operaciones empresariales complejas.

Alguien, probablemente más de uno, perderá una cantidad gigantesca de dinero en la carrera por dominar la inteligencia artificial.

Este potencial genera tanto expectativas como temores. Profesiones completas podrían transformarse o desaparecer, del mismo modo que la automatización industrial redefinió el empleo en las fábricas durante el siglo XX. Sin embargo, también abre puertas a nuevos roles vinculados con la supervisión, la ética y la integración estratégica de la tecnología.

La advertencia de Taylor no busca frenar la innovación, sino ponerla en perspectiva. Al igual que en otras revoluciones tecnológicas, habrá ganadores y perdedores. Algunas compañías desaparecerán, otras nacerán del colapso, y en el proceso se moldeará el próximo capítulo de la economía digital.

La burbuja de la inteligencia artificial puede estallar, pero su impacto transformador seguirá expandiéndose. Como dice Taylor, hace apenas tres años herramientas como ChatGPT parecían ciencia ficción; hoy se han convertido en imprescindibles en múltiples industrias. Y lo que hoy parece un riesgo desmedido, mañana podría ser la base de una nueva era económica.

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