The Smashing Machine: el lado humano detrás del mito de Mark Kerr y el renacer actoral de Dwayne Johnson

Cuando The Smashing Machine fue ovacionada durante quince minutos en el Festival de Venecia, no solo se aplaudía la potencia visual de una película, sino la honestidad brutal con la que retrata la fragilidad humana detrás del músculo. En esta producción de A24, Dwayne Johnson abandona por primera vez su figura de héroe invencible para sumergirse en una interpretación que podría redefinir su carrera: la del luchador Mark Kerr, una leyenda temprana de las artes marciales mixtas cuya vida fue un espejo de éxito, adicción y redención.
Del coloso del ring al símbolo de vulnerabilidad
Mark Kerr fue uno de los pioneros de la era dorada de la MMA en los años noventa. Con una fuerza física que lo hizo invencible en sus inicios, se convirtió en “The Smashing Machine”, el apodo que lo acompañó mientras ascendía con rapidez en un deporte todavía sin reglas claras, en el que cada combate era una guerra sin límites. Sin embargo, tras el brillo del espectáculo, Kerr enfrentaba un deterioro silencioso: el consumo constante de analgésicos y opioides para soportar el dolor de las peleas. Lo que comenzó como una herramienta para mantenerse competitivo se transformó en una dependencia que casi le cuesta la vida.
La película captura ese contraste con crudeza. Benny Safdie, conocido por su estilo realista y visceral (Diamantes en bruto), construye una narrativa que se aleja del cliché del héroe caído y se enfoca en el hombre roto que intenta reconstruirse. Kerr no solo pelea en el ring, también contra sí mismo, contra la fama efímera y la presión de un sistema que exige sacrificios físicos y emocionales extremos.
Dwayne Johnson y su transformación más profunda
Para Dwayne Johnson, este proyecto representa mucho más que un papel protagónico. Es un punto de inflexión. El actor, acostumbrado a personajes carismáticos y sobrehumanos, se expone aquí sin armadura: vulnerable, contenido, y emocionalmente agotado. Johnson no solo se sometió a un cambio físico, sino también psicológico, explorando las sombras de la adicción y el miedo al olvido.
La crítica ya lo ha comparado con el renacimiento interpretativo de Mickey Rourke en El luchador (2008), y no sin razón. Como aquel filme de Darren Aronofsky, The Smashing Machine no es solo una historia sobre el deporte, sino una reflexión sobre la identidad, la dependencia y la necesidad de redención. En este sentido, el trabajo de Johnson podría marcar su transición definitiva hacia un actor de carácter, capaz de habitar el dolor y la vulnerabilidad con autenticidad.
Entre el amor y la autodestrucción
Uno de los ejes más duros del relato es la relación entre Kerr y su pareja, Dawn Staples, interpretada magistralmente por Emily Blunt. Ambos personajes luchan por mantenerse sobrios mientras su relación se consume en la tensión de la recaída y la desesperanza. La película muestra cómo la adicción no solo destruye cuerpos, sino vínculos, y cómo el amor puede convertirse en una trinchera emocional donde la salvación y la autodestrucción conviven.
El guion de Safdie no busca justificar los excesos, sino entenderlos. En su mirada, Kerr es un producto de una época en la que la MMA aún no era el imperio que hoy mueve miles de millones de dólares, y donde los luchadores eran vistos más como gladiadores que como atletas. Mientras la UFC crecía hasta convertirse en una de las ligas más rentables del mundo la Paramount pagó recientemente más de 7.000 millones por sus derechos de transmisión, Kerr quedó fuera de ese auge, cargando solo con sus cicatrices.
La vida después del ring
Hoy, Mark Kerr tiene 56 años y trabaja en un concesionario de autos en Arizona. Su ingreso reciente al Salón de la Fama de la UFC simboliza una forma tardía de justicia, un reconocimiento a quien abrió camino en un deporte que aún buscaba su identidad. En entrevistas, Kerr ha hablado de sus años de sobriedad y de cómo su hijo fue la razón definitiva para dejar atrás las drogas. “Me recuperé de un estado físico y mental desesperado”, confesó. “Tuve que descubrir quién era sin el personaje del luchador.”
Conclusión: el golpe más fuerte es el de la realidad
The Smashing Machine no solo rescata una historia olvidada del deporte, sino que abre una conversación necesaria sobre los límites del éxito y el costo humano del espectáculo. Dwayne Johnson, en el papel más arriesgado de su carrera, logra lo que muchos dudaban: despojarse de su mito para mostrar a un hombre común enfrentando sus ruinas. Si el Oscar llega o no, será secundario frente al hecho de que Johnson, como Mark Kerr, ha demostrado que la verdadera fuerza no está en resistir los golpes, sino en levantarse después de ellos.