La flota de buques fantasma: el engranaje oculto con el que Venezuela esquiva las sanciones petroleras

Desde 2019, cuando Estados Unidos sancionó la industria petrolera venezolana para presionar al gobierno de Nicolás Maduro, el país entró en una profunda crisis energética y económica. Las exportaciones se desplomaron, los ingresos fiscales cayeron y la estatal PDVSA quedó bajo observación internacional. Sin embargo, seis años después, las cifras muestran un fenómeno inesperado: las ventas de crudo han vuelto a crecer, superando nuevamente el millón de barriles diarios.
Esta recuperación no se debe a un levantamiento de sanciones, sino a la consolidación de un entramado logístico clandestino conocido como la “flota fantasma”, una red global de buques que opera al límite —o por fuera— de la legalidad para transportar petróleo sancionado. Lejos de ser un fenómeno exclusivo de Venezuela, esta práctica involucra también a Irán y Rusia, evidenciando cómo la geopolítica energética se reinventa cuando los mercados se cierran.
El origen del problema: sanciones que no frenaron el flujo de crudo
Cuando la administración de Donald Trump impuso sanciones en 2019, la producción venezolana cayó a niveles históricos: 495.000 barriles diarios, el registro más bajo en décadas. Washington esperaba asfixiar económicamente al gobierno de Maduro, pero la realidad demostró que la presión no fue suficiente.
Aunque la reciente incautación estadounidense supone un golpe, la magnitud del fenómeno indica que no desaparecerá pronto.
A través de acuerdos discretos, alianzas con operadores dispuestos a correr riesgos y un ecosistema marítimo difícil de rastrear, Venezuela logró restaurar parte de su capacidad de exportación. Hoy, la cifra ronda nuevamente el millón de barriles por día, aproximándose a los niveles previos a las restricciones.
La flota fantasma: cómo funciona el sistema que burla sanciones
La llamada flota fantasma está compuesta por centenares de petroleros que comparten rasgos comunes: años de antigüedad, cambios continuos de nombre, banderas de conveniencia y tácticas sofisticadas para “desaparecer” temporalmente del radar.
Entre las maniobras más utilizadas destacan:
1. Cambios frecuentes de nombre y bandera
Un mismo barco puede tener tres o cuatro identidades distintas en pocos años.
Ejemplo icónico: el petrolero The Skipper, que previamente se llamó Adisa y The Tokyo, vinculado además con redes que financian a organizaciones como Hezbolá y la Guardia Revolucionaria iraní.
2. Barcos zombis
Navíos que adoptan la identidad de barcos ya desmantelados.
El caso del Varada —que llegó a Malasia con el nombre de un barco desguazado en 2017— ilustra lo extendida que está esta práctica.
3. Transferencias barco a barco (STS)
Realizadas en aguas internacionales, permiten “diluir” el origen real del crudo.
De esta manera, el petróleo venezolano llega a países como China presentado como carga de otro proveedor.
4. Apagado del sistema de identificación automática (AIS)
Los barcos desactivan este sistema obligatorio para ocultar ubicación, bandera, velocidad o rumbo.
La ONG Transparencia Venezuela detectó 24 petroleros en modo furtivo cerca de puertos venezolanos solo en octubre.
Una red global en expansión
La flota fantasma venezolana es un sistema paralelo de comercio internacional, sostenido por vacíos regulatorios y complicidad privada.
Aunque Venezuela ha potenciado este mecanismo, el fenómeno es global.
Según S&P Global:
- 1 de cada 5 petroleros opera en actividades asociadas a sanciones.
- 50% transporta petróleo ruso.
- 20%, iraní.
- 10%, venezolano.
- El resto trabaja de manera flexible para más de un país sancionado.
Windward, una firma de análisis marítimo, estima que la flota clandestina asciende a 1.300 embarcaciones en movimiento.
El caso reciente: la mayor incautación en la historia de EE.UU.
La tensión escaló cuando Estados Unidos incautó un petrolero cerca de costas venezolanas, acción anunciada por Trump como la “mayor incautación de un buque de estas características”.
El incidente ocurre en un contexto de despliegue militar masivo en el Caribe, lo que apunta a un monitoreo más estricto y constante. Para Venezuela, esto significa un riesgo mayor de perder cargamentos, sumado a la posibilidad de que parte de su flota clandestina quede neutralizada.
El rol de los paraísos regulatorios
Muchos buques operan bajo banderas de países con regulaciones laxas que evitan fiscalización estricta: Panamá, Malta o las islas Comoras son algunos ejemplos frecuentes.
En los puertos venezolanos, Transparencia detectó que:
- 29 barcos usaban bandera panameña.
- 6, Comoras.
- 5, Malta.
Su presencia permite que operaciones opacas se mezclen con flujos comerciales legales.
El desafío de control para Estados Unidos
Con la activación de portaaviones como el USS Gerald Ford, Estados Unidos incrementa su capacidad de seguimiento marítimo.
Esto podría:
- Reducir la movilidad táctica de la flota fantasma.
- Aumentar los costos y riesgos operativos para Venezuela.
- Reforzar la presión económica sobre Maduro.
Las ventas de crudo han vuelto a crecer, superando nuevamente el millón de barriles diarios.
Sin embargo, la experiencia en casos como Irán demuestra que mientras exista demanda por petróleo barato, el mercado clandestino siempre encontrará rutas alternativas.
Un sistema paralelo implementado
La flota fantasma venezolana es una muestra de cómo la economía global se adapta y resiste a los mecanismos de presión geopolítica. Lejos de ser un simple recurso táctico, es un sistema paralelo de comercio internacional, sostenido por vacíos regulatorios, complicidad privada y una tecnología marítima que permite “desaparecer” barcos enteros del mapa.
Aunque la reciente incautación estadounidense supone un golpe a esta red clandestina, la magnitud del fenómeno indica que no desaparecerá pronto. Venezuela, al igual que otros países sancionados, ha desarrollado un conjunto de estrategias lo suficientemente sofisticadas como para mantener su flujo de ingresos petroleros.
En un mundo donde la energía sigue siendo poder, la flota fantasma pone en evidencia que las sanciones económicas por sí solas rara vez son suficientes para detener un mercado dispuesto a operar en las sombras.
