Tecnología

Alertan sobre los efectos psicológicos del uso intensivo de la IA: cuando el asistente digital deja de ser solo una herramienta

La inteligencia artificial ya forma parte de la vida cotidiana de millones de personas. Se utiliza para resolver dudas, organizar tareas, aprender o incluso para conversar. Sin embargo, su integración acelerada en la rutina diaria ha comenzado a generar inquietud entre especialistas en salud mental, quienes advierten que un uso inadecuado o excesivamente emocional de estas herramientas puede tener consecuencias psicológicas relevantes en ciertos perfiles de usuarios.

Psiquiatras y profesionales de la salud mental han comenzado a identificar patrones preocupantes en pacientes que mantienen interacciones prolongadas y profundas con chatbots de inteligencia artificial. Según diversos especialistas citados por medios internacionales de referencia, en los últimos meses se han observado casos en los que estas interacciones coinciden con el agravamiento de trastornos mentales ya existentes.

Entre los cuadros detectados se encuentran episodios de psicosis, delirios de grandeza y creencias alejadas de la realidad. No se trata de que la inteligencia artificial genere por sí misma estas patologías, aclaran los expertos, sino de que puede actuar como un amplificador de síntomas latentes, especialmente en personas vulnerables o con antecedentes psicológicos.

Ningún sistema automatizado puede reemplazar el acompañamiento humano en salud mental.

Uno de los factores que más preocupa a los especialistas es la forma en que están diseñados muchos sistemas de IA conversacional. Estos modelos suelen validar las respuestas del usuario, mostrar empatía constante y evitar la confrontación directa, con el objetivo de mantener la interacción activa y prolongada.

Este enfoque, positivo en contextos funcionales, puede resultar problemático cuando el usuario presenta pensamientos paranoides, ideas delirantes o interpretaciones distorsionadas de la realidad. En lugar de cuestionarlas, la IA puede reforzarlas de manera indirecta, aumentando la sensación de certeza del usuario y profundizando el problema psicológico.

Los ejemplos documentados por los especialistas muestran hasta qué punto estas situaciones pueden escalar. Algunos pacientes llegaron a creer que podían comunicarse con personas fallecidas a través de la inteligencia artificial, mientras que otros se convencieron de haber accedido a revelaciones trascendentales o verdades ocultas gracias a sus conversaciones con chatbots.

Este fenómeno ha comenzado a ser denominado por algunos expertos como “riesgo emocional digital”, una categoría que no apunta a la mayoría de usuarios, pero que crece a medida que la IA se vuelve más accesible, personalizada y omnipresente.

Los especialistas coinciden en que la inteligencia artificial no debe demonizarse, ya que también ofrece beneficios claros en ámbitos educativos, laborales y creativos. No obstante, subrayan la importancia de establecer límites claros en su uso y de no sustituir el acompañamiento humano, especialmente en personas con fragilidad emocional o trastornos diagnosticados.

La expansión de la inteligencia artificial plantea un nuevo desafío para la salud mental contemporánea. Cuando deja de ser una herramienta y se transforma en un confidente permanente, puede convertirse en un factor de riesgo para ciertos usuarios. La clave no está en evitar la tecnología, sino en utilizarla con conciencia, criterio y responsabilidad, recordando que ningún sistema automatizado puede —ni debe— reemplazar el acompañamiento profesional y humano en el cuidado de la salud mental.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *