Bolivia frente a un 2025 desafiante: bajo crecimiento y alta inflación

El panorama económico de Bolivia para 2025 se presenta complejo y lleno de desafíos. Según las últimas proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el país registrará el crecimiento más bajo de Sudamérica y uno de los más débiles de toda la región. A este rezago se suman desequilibrios fiscales, inflación elevada y una alarmante escasez de divisas, configurando un escenario que los economistas ya describen como una posible “estanflación”.
Bolivia frente a Sudamérica
De acuerdo con la CEPAL, Bolivia apenas alcanzará un 1,5% de expansión del Producto Interno Bruto (PIB) en 2025, por debajo del promedio latinoamericano (2,2%) y del sudamericano (2,7%). La situación marca continuidad con lo sucedido en 2024, cuando el país creció solo 0,73%, mientras la región promedió un 2,3%. De mantenerse esta dinámica, las proyecciones para 2026 anticipan un crecimiento aún menor, de apenas 1,1%.
Los factores detrás de este rezago son múltiples. El país arrastra problemas estructurales vinculados a la dependencia de los hidrocarburos, la falta de carburantes, la creciente presión sobre las finanzas públicas y la falta de dólares en la economía. A esto se suma una inflación que hasta agosto de 2025 ya alcanzaba el 18,01%, una de las más altas de la región, con estimaciones que podrían ubicarla cerca del 20% a fin de año. El déficit fiscal, por su parte, podría superar el 11% del PIB, encendiendo más alertas sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas.
El economista Fernando Romero advierte que Bolivia transita un escenario de “estanflación”: una combinación de bajo crecimiento con inflación persistente. En su análisis, señala que la deuda pública ya se aproxima al 90% del PIB, con un peso cada vez mayor de la deuda interna. A esto se suma la crítica reducción de las reservas internacionales, que apenas rondan los 170 millones de dólares en liquidez efectiva, un nivel que deja al país vulnerable a riesgos de balanza de pagos e incluso a un posible default.
El 2025 se perfila como un año crítico para la economía boliviana. El bajo crecimiento, la elevada inflación y el deterioro de las cuentas fiscales configuran un escenario que exige decisiones firmes y reformas profundas.
Frente a este panorama, Romero sostiene que Bolivia necesita un plan de acción en dos niveles: atender las urgencias inmediatas —como la escasez de carburantes, la falta de divisas y el control de la inflación—, y al mismo tiempo avanzar en reformas estructurales que incluyan ajustes fiscales, redefinición del tipo de cambio y una diversificación productiva que reduzca la dependencia del gas y las subvenciones estatales.
En contraste con Bolivia, otros países de la región proyectan un desempeño mucho más dinámico en 2025. Guyana liderará con un 10,3% de crecimiento, impulsada por su industria petrolera; Argentina espera un repunte de 5% tras años de contracción; y Paraguay alcanzaría un 4% gracias a la estabilidad macroeconómica y la producción agrícola. En el otro extremo, junto a Bolivia se ubican economías como México (0,3%), Jamaica (1,3%) y Saint Kitts y Nevis (1%), que también enfrentan entornos de bajo dinamismo.
Riesgos de Bolivia a futuro
El 2025 se perfila como un año crítico para la economía boliviana. El bajo crecimiento, la elevada inflación y el deterioro de las cuentas fiscales configuran un escenario que exige decisiones firmes y reformas profundas. Mientras algunos países de la región avanzan con mayor dinamismo, Bolivia corre el riesgo de quedarse rezagada si no logra corregir sus desequilibrios estructurales.
La salida no será sencilla, pero pasa por un proceso de estabilización inmediata y por la implementación de un plan de transformación productiva de largo plazo. Solo así el país podrá dejar atrás la vulnerabilidad actual y retomar una senda de crecimiento sostenible que brinde estabilidad y oportunidades a sus ciudadanos.
