Cacao boliviano: calidad de talla mundial que necesita mayor impulso para crecer

El cacao boliviano continúa ganando prestigio en el mercado internacional gracias a su calidad excepcional, sabor único y origen diverso. Sin embargo, un reciente análisis del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) alerta que, pese a este potencial, el sector enfrenta desafíos estructurales que limitan su capacidad para crecer de manera sostenible y capitalizar la demanda mundial.
Según datos oficiales del INE procesados por el IBCE, las exportaciones de cacao y sus preparaciones alcanzaron, a junio de 2025, 4 millones de dólares, una caída del 47% respecto al mismo periodo de 2024, cuando superaron los 7,3 millones. En términos de volumen, las ventas externas pasaron de 2.319 toneladas en 2024 a solo 396 en 2025, reflejando un retroceso significativo. Pese a ello, el producto mantiene su acceso a mercados altamente exigentes: Países Bajos (37%), Alemania (21%) y Argentina (13%) concentran el grueso de las compras, confirmando la apreciación internacional por el cacao boliviano.
El cacao boliviano tiene un sabor y calidad excepcionales, pero necesita inversión y apoyo para crecer sosteniblemente.
El precio promedio en el mercado externo se situó en 7,37 dólares por kilo hasta julio de 2025, ligeramente por encima del récord de 7,33 dólares alcanzado en 2024. Este valor responde no solo a la calidad del cacao boliviano, sino también a factores globales como el impacto del cambio climático sobre las cosechas africanas, principales abastecedoras del mundo, y a la consecuente reducción de la oferta internacional.
La producción nacional, de acuerdo con la campaña agrícola 2023-2024, fue de 5.825 toneladas métricas, con el departamento de La Paz concentrando el 82% del total, seguido por Cochabamba, Beni, Pando y Santa Cruz. La superficie cultivada alcanzó las 10.400 hectáreas, con una leve disminución del 2% respecto a la campaña anterior. Bolivia cultiva principalmente cacao “foráneo” y “cacao silvestre o criollo”, este último originario de la Amazonía y muy apreciado en concursos internacionales por su sabor y características organolépticas.
Con prácticas agrícolas modernas y acceso a financiamiento, el cacao podría transformar el desarrollo rural del país.
A pesar de su potencial, las familias productoras afrontan múltiples dificultades: los efectos del cambio climático —sequías, inundaciones y plagas—, pérdidas postcosecha por falta de buenas prácticas, baja productividad y deficiencias en la infraestructura de transporte encarecen el proceso y reducen la competitividad. Además, la falta de acceso a créditos limita las posibilidades de modernizar las plantaciones o adoptar tecnologías que optimicen la cadena de valor.
En el mercado interno, el cacao es esencial para la industria chocolatera, que produce desde manteca de cacao hasta chocolates rellenos, tabletas, cacao en polvo y pasta sin desgrasar, generando valor agregado y oportunidades de empleo. Sin embargo, su verdadero potencial radica en consolidar su presencia en mercados de alta demanda, como Europa y Norteamérica, donde los consumidores buscan productos premium y de origen responsable.
Más allá de su importancia económica, el cacao boliviano posee propiedades nutricionales que lo posicionan como un superalimento. Su alto contenido de polifenoles y antioxidantes beneficia la salud cardiovascular y cerebral, mientras que su riqueza en minerales esenciales amplía su atractivo en la creciente industria de alimentos saludables.
Bolivia tiene todo para liderar en cacao fino: historia, diversidad y un futuro prometedor en el mercado global.
Especialistas del IBCE y productores coinciden en que es necesario un plan integral de fortalecimiento para el sector, que incluya financiamiento accesible, capacitación en prácticas agrícolas sostenibles, mejora de la logística y promoción internacional. Estas acciones permitirían no solo incrementar la producción, sino también consolidar a Bolivia como un referente mundial en cacao fino y de aroma, capaz de competir con los grandes exportadores y ofrecer ingresos sostenibles a miles de familias rurales.
El reconocimiento del cacao boliviano como uno de los mejores del mundo representa una oportunidad única. Con políticas públicas orientadas al fomento productivo, alianzas estratégicas y mayor inversión privada, este cultivo podría transformarse en un pilar del desarrollo rural y de la diversificación económica del país, reafirmando que Bolivia no solo tiene historia y tradición en el cacao, sino también un futuro prometedor en el mercado global.