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Déficit comercial en ascenso: señales de alerta para la economía boliviana

El comercio exterior boliviano atraviesa un periodo complejo. Pese a la recuperación parcial de algunos sectores exportadores, el país acumula un déficit de casi 580 millones de dólares entre enero y agosto de 2025. Detrás de esta cifra se esconde una dinámica estructural: la dependencia de importaciones para sostener la producción interna y la continua pérdida de peso de los hidrocarburos como fuente de ingresos externos.

De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Bolivia cerró agosto con un saldo negativo de 85,4 millones de dólares, resultado de exportaciones por 827 millones frente a importaciones superiores a 912 millones. Aunque las compras externas se redujeron 4,6% en el acumulado anual, el repunte del 11,9% registrado en agosto refleja un aumento de la demanda de insumos industriales y bienes intermedios, indispensables para mantener activa la producción local.

El contraste sectorial es evidente. La minería, especialmente la plata y el zinc, continúa siendo uno de los pilares de las ventas externas, con un crecimiento de 11,4% en lo que va del año. La industria manufacturera muestra una leve mejora del 1,1%, destacando la joyería de oro, que experimentó un incremento de casi 47%. Sin embargo, estos avances resultan insuficientes para compensar la fuerte caída del gas natural, cuyas exportaciones se redujeron más de 34%, de 1.168 a 765 millones de dólares.

El debilitamiento del sector hidrocarburífero tiene efectos en cadena: no solo disminuye los ingresos por exportaciones, sino que también reduce la disponibilidad de divisas y presiona las reservas internacionales. Este fenómeno se agrava en un contexto de escasez de dólares y un tipo de cambio más caro, lo que encarece las importaciones necesarias para la industria y el consumo.

“En los primeros ocho meses del año, Bolivia registró un déficit comercial de casi 580 millones de dólares.”

En cuanto a los socios comerciales, China se mantiene como el principal destino y origen de las transacciones bolivianas. No obstante, la relación es asimétrica: Bolivia exporta materias primas por poco más de 1.000 millones, pero importa desde ese mercado casi 1.500 millones, principalmente en maquinaria, insumos y productos terminados. Este patrón se repite con otros países, evidenciando una estructura exportadora basada en recursos naturales y una limitada capacidad de industrialización.

El economista Fernando Romero advierte que el 62% de los meses del año registraron déficit comercial, consolidando una tendencia preocupante. Mientras los minerales sostienen la balanza, los bienes de capital, equipos de transporte y artículos de consumo siguen en descenso, lo que refleja una menor inversión productiva. Los combustibles y lubricantes elaborados —especialmente diésel y gasolina— se mantienen como los principales productos importados, superando los 1.900 millones de dólares en el periodo analizado.

El déficit comercial que arrastra Bolivia no es un fenómeno coyuntural, sino el resultado de una estructura económica dependiente y poco diversificada. La caída del gas natural como motor de exportaciones deja un vacío que la minería y la manufactura aún no logran llenar. A la vez, la necesidad de importar insumos, combustibles y bienes de capital impide que la balanza se equilibre.

Para revertir esta tendencia, el país necesita políticas que impulsen la industrialización, la sustitución selectiva de importaciones y la diversificación de mercados externos. Sin estos ajustes estructurales, los déficits continuarán presionando las reservas internacionales y limitando la capacidad del Estado para sostener su política económica. El desafío, en definitiva, no está solo en vender más, sino en producir mejor y con mayor valor agregado.