Del Internet de las Cosas al Internet de los Cuerpos: cuando la tecnología se conecta directamente a la vida humana

Durante décadas, la idea de objetos conectados a internet parecía propia de la ciencia ficción. Sin embargo, una solución improvisada en una universidad estadounidense terminó marcando el inicio de una revolución tecnológica que hoy avanza hacia un terreno mucho más delicado: el propio cuerpo humano.
El Internet de las Cosas (IoT) nació de forma casi anecdótica en los años 80, cuando estudiantes de la Universidad Carnegie Mellon conectaron una máquina expendedora de Coca-Cola a la red para saber si había bebidas frías disponibles sin tener que desplazarse. Aquel experimento, conectado a la primitiva ARPANET, se considera hoy el primer dispositivo IoT de la historia.
La protección de los sistemas digitales se vuelve inseparable de la protección de la vida misma.
Desde entonces, el crecimiento ha sido exponencial. Miles de millones de sensores, electrodomésticos y sistemas industriales están conectados a la red. Y como toda tecnología que madura, el IoT ha dado un paso más: conectarse directamente al cuerpo humano, dando lugar al llamado Internet de los Cuerpos.
¿Qué es el Internet de los Cuerpos?
El Internet of Bodies (IoB) es la evolución natural del IoT aplicada al ámbito biológico. Según la Agencia Española de Protección de Datos, se trata del uso de dispositivos conectados a internet capaces de monitorizar, registrar o incluso intervenir en constantes vitales y datos biométricos, como el ritmo cardíaco, la actividad física, la calidad del sueño o el nivel de glucosa.
A diferencia del IoT tradicional, el IoB no solo recopila información: interactúa directamente con la salud y el funcionamiento del organismo, lo que eleva tanto su potencial como sus riesgos.
Las tres generaciones del IoB
La literatura académica suele dividir el desarrollo del IoB en tres grandes etapas:
- Dispositivos externos: relojes inteligentes, pulseras de actividad y otros wearables que se colocan sobre el cuerpo y recopilan datos biométricos.
- Dispositivos internos: implantes médicos como marcapasos, sensores de glucosa o bombas de insulina, esenciales para la supervivencia de millones de personas.
- Integración humano-máquina: tecnologías que buscan una fusión directa entre el sistema nervioso y los ordenadores, como las interfaces cerebro-ordenador (BCI).
Esta tercera generación, en la que se incluyen proyectos como los chips neuronales desarrollados por empresas como Neuralink, abre posibilidades inéditas en medicina y rehabilitación, pero también plantea dilemas éticos y de seguridad sin precedentes.
Cuando un ciberataque puede dañar el cuerpo
A diferencia de otros sistemas digitales, un fallo o ataque en el IoB no solo implica pérdida de datos o interrupciones de servicio. Puede tener consecuencias físicas directas.
Organismos reguladores como la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) han publicado múltiples alertas relacionadas con vulnerabilidades en dispositivos médicos conectados. Desde errores en actualizaciones de sensores de glucosa hasta fallos en marcapasos, los riesgos ya no son teóricos.
En casos extremos, se han identificado vulnerabilidades críticas en controladores médicos que, de ser explotadas, podrían provocar lesiones graves o incluso la muerte del paciente. El cuerpo humano se convierte así en una nueva superficie de ataque para la ciberdelincuencia.
Un reto urgente para la seguridad y la regulación
El avance del IoB obliga a replantear la ciberseguridad desde una perspectiva radicalmente distinta. Proteger estos dispositivos ya no es solo una cuestión de privacidad o cumplimiento normativo, sino una cuestión de salud pública.
El Internet de los Cuerpos es la evolución natural del IoT aplicada al ámbito biológico.
Usuarios, fabricantes, autoridades sanitarias y reguladores deben coordinarse para garantizar estándares de seguridad mucho más estrictos, actualizaciones seguras y sistemas de respuesta ante incidentes que prioricen la vida humana.
Conectados, pero vulnerables
El Internet de los Cuerpos representa uno de los mayores logros tecnológicos de nuestra era, pero también uno de sus mayores riesgos. En un mundo donde la tecnología ya no solo acompaña al ser humano, sino que vive dentro de él, la protección de los sistemas digitales se vuelve inseparable de la protección de la vida misma.
La pregunta ya no es si esta tecnología seguirá avanzando, sino si sabremos protegerla antes de que sus fallos tengan consecuencias irreversibles.
