Coyuntura

Del lujo al algoritmo: cómo China está redibujando la guerra comercial a través de TikTok

En el tablero global de la guerra comercial, los frentes tradicionales —como los aranceles o los acuerdos bilaterales— están dejando paso a estrategias más insólitas pero igual de eficaces. Hoy, las trincheras ya no están en las aduanas, sino en los feeds de TikTok. A través de esta red social, algunos fabricantes chinos han comenzado a desafiar directamente las políticas comerciales de Estados Unidos, ofreciendo a los consumidores acceso directo a productos que supuestamente son fabricados para marcas de lujo… pero a una fracción del precio.

Lo que parecía una simple estrategia de marketing ha escalado a una forma digital de contraataque comercial. Cuentas como la de Wang Sen, quien se presenta como proveedor de marcas de alta gama, difunden videos mostrando productos similares a bolsos Birkin y leggings de Lululemon, invitando a los usuarios a comprar “directamente de fábrica”. Este tipo de mensajes ha sido recibido con entusiasmo en redes sociales, en medio del descontento que han generado los nuevos aranceles del 145 % impuestos por la administración Trump sobre productos chinos.

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El fenómeno ha sido catalizado por plataformas como DHgate y Taobao, que han escalado posiciones en la App Store de Estados Unidos, apuntando a un consumidor cada vez más tentado por el bajo costo, incluso si eso significa asumir riesgos de autenticidad o calidad. Sin embargo, expertos en comercio internacional advierten que estos fabricantes difícilmente sean socios oficiales de marcas globales. Las firmas de lujo suelen operar bajo estrictos acuerdos de confidencialidad, lo cual hace improbable que sus verdaderos proveedores se expongan públicamente.

Además, muchas de estas fábricas podrían estar vendiendo imitaciones o productos falsificados de alta calidad. Empresas como Lululemon ya han desmentido públicamente estar asociadas con los fabricantes mencionados en estos videos virales, remarcando el peligro de adquirir mercancía no verificada.

El debate trasciende el tema de la autenticidad. Profesionales como Regina Frei, especialista en cadenas de suministro, explican que en muchos casos los productos de lujo no son completamente “hechos en Italia” o “Suiza”, sino que algunos componentes —e incluso procesos de preensamblaje— tienen lugar en fábricas chinas antes de ser terminados en Europa. La opacidad de las cadenas de producción en esta industria impide saber con exactitud cuánto del producto fue realmente elaborado en su país de origen declarado.

Si hablamos de bolsos muy caros que implican mucho trabajo manual, probablemente se preensamblarán en algún lugar y luego se finalizarán, digamos, en Francia.

Así, el prestigio del «hecho en Europa» comienza a erosionarse a medida que los consumidores descubren las complejas rutas globales por las que transitan los productos antes de llegar a sus manos.

Más allá del debate económico y comercial, este fenómeno abre otra caja de Pandora: el impacto ambiental de las compras transfronterizas directas. El auge de plataformas como Temu y Shein, que operan bajo la exención fiscal de “minimis” (paquetes menores a $800), ha fomentado un modelo de consumo acelerado e insostenible. Cada pedido individual implica envíos aéreos o marítimos, envoltorios plásticos y una cadena logística que deja una importante huella de carbono.

El envío individual de paquetes alrededor del mundo es un desastre ambiental.

La viralización de estas ofertas en TikTok expone no solo la fragilidad de las cadenas de suministro internacionales, sino también la dependencia de los consumidores estadounidenses del mercado chino. Como advierte Frei: si China dejara de fabricar, las estanterías en muchas tiendas occidentales quedarían vacías

China no ha lanzado una nueva ofensiva militar ni un ataque diplomático, pero sí ha encontrado un arma poderosa y moderna en el algoritmo de TikTok. Mientras EE.UU. intenta blindar su economía con aranceles, los fabricantes asiáticos se infiltran por la puerta trasera del e-commerce y la viralidad digital, poniendo al consumidor en una encrucijada moral y económica: ¿vale más el precio bajo o la certeza de origen? ¿El acceso inmediato o la sostenibilidad a largo plazo?

Lo que antes se resolvía en tratados y despachos diplomáticos, hoy se decide con un clic en una aplicación. Bienvenidos a la guerra comercial 2.0.

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