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Deuda externa: el desafío de un país sin dólares

La deuda externa de Bolivia ha crecido un 13% en los últimos cuatro años y alcanza los 13.742 millones de dólares, una cifra que, aunque se mantiene dentro de los parámetros “aceptables” según organismos internacionales, encierra un problema mayor: no existen suficientes dólares para pagarla.

Con apenas 103 millones de dólares en reservas internacionales líquidas y más de 500 millones de vencimientos previstos para los primeros meses de 2026, el país enfrenta una de las coyunturas financieras más delicadas de las últimas décadas.

El reciente informe del Banco Central de Bolivia (BCB) revela que el endeudamiento externo representa el 23,1% del PIB, porcentaje que aún se mantiene por debajo del límite de riesgo. Sin embargo, el contexto actual —marcado por el agotamiento de las reservas, la caída de exportaciones y la pérdida de acceso a financiamiento internacional— convierte esta cifra en un motivo de alarma.

En 2005, la deuda apenas llegaba a 4.941 millones de dólares. Hoy, se ha triplicado, impulsada por créditos multilaterales, préstamos bilaterales y emisiones de bonos soberanos. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es el principal acreedor con más de 4.200 millones, mientras que China ocupa el segundo lugar, con 1.286 millones.

“Bolivia tiene apenas 103 millones de dólares en reservas, suficientes para solo 20 días de importaciones.”

Según el Centro Boliviano de Economía (Cebec-Cainco), la situación ha entrado en una “fase crítica de sostenibilidad”. El problema ya no radica solo en el monto, sino en la incapacidad del Estado para generar las divisas necesarias que garanticen el pago de la deuda sin comprometer la estabilidad interna.

A septiembre de 2025, las Reservas Internacionales Netas (RIN) descendieron un 40% respecto a agosto, reflejando una disminución drástica que solo permitiría cubrir 20 días de importaciones de combustibles.
El economista Fernando Romero advierte que el indicador de liquidez —que mide la capacidad de cubrir la deuda con las exportaciones— ya supera el 127%, lo que significa que Bolivia genera menos dólares de los que necesita para pagar sus compromisos externos.

La falta de inversión extranjera, el estancamiento de las exportaciones y la dependencia de créditos externos han obligado al país a monetizar sus reservas de oro, una estrategia que alivia temporalmente la presión pero reduce el respaldo financiero del Estado.

“El país necesita 1.800 millones de dólares al año para atender su deuda externa, pero las divisas ya no alcanzan.”

A esta situación se suma el incremento acelerado de la deuda interna, que supera los 34.000 millones de dólares, más del doble del endeudamiento externo. Buena parte de estos recursos proviene del propio Banco Central y de la Gestora Pública, que administra los fondos de pensiones.

El exdirector del BCB, Roger Banegas, advierte que el Fondo Monetario Internacional proyecta que el total de la deuda pública (interna y externa) alcanzará el 92% del PIB en 2025, un nivel que compromete seriamente la sostenibilidad fiscal del país.

El nuevo gobierno que asumirá en 2026 enfrentará la tarea inmediata de buscar financiamiento externo para cubrir las obligaciones más urgentes. Los vencimientos de bonos soberanos, el pago a acreedores internacionales y la necesidad de importar carburantes presionan un sistema económico con recursos casi agotados.

La alternativa de seguir recurriendo a deuda o a la venta de activos estratégicos podría extender la crisis en lugar de resolverla, si no se acompaña de un plan de reactivación productiva que fortalezca las exportaciones y recupere la confianza de los inversionistas.

El desafío, en síntesis, no es solo pagar, sino reconstruir la capacidad de generar divisas. Sin dólares, no hay deuda sostenible, y sin sostenibilidad, la economía nacional enfrenta un riesgo de colapso financiero con efectos directos sobre el empleo, la inversión y la estabilidad social.