El brillo del oro frente a la incertidumbre económica: por qué EE.UU. impulsa su récord histórico

El oro, símbolo de estabilidad desde los albores del comercio, vuelve a ser protagonista de los mercados globales. En un contexto de tensión económica y política, el metal precioso alcanzó un precio histórico de más de US$4.000 por onza, su nivel más alto en un siglo. Este repunte, impulsado por factores que van desde el debilitamiento del dólar hasta el cierre del gobierno estadounidense, refleja la búsqueda desesperada de los inversionistas por un refugio frente a la volatilidad mundial.
Entre el caos político y la pérdida de confianza
El incremento del valor del oro —cercano al 54% en lo que va del año— no es casual. Analistas coinciden en que el enfriamiento de la economía estadounidense, junto con la expectativa de tasas de interés más bajas y la presión política sobre la Reserva Federal, han creado un cóctel perfecto para disparar la demanda de activos refugio.
El reciente cierre parcial del gobierno de EE.UU., provocado por la falta de consenso en el Congreso sobre el presupuesto federal, ha sido otro catalizador clave. Cuando las agencias públicas detienen sus operaciones, el mercado interpreta la situación como una señal de inestabilidad institucional. En consecuencia, los inversores huyen de los activos más riesgosos y se refugian en el oro, cuyo valor tiende a resistir las crisis.
La situación actual recuerda a los turbulentos años 70, cuando la suspensión de los Acuerdos de Bretton Woods rompió la paridad del dólar con el oro. Entonces, como ahora, los mercados buscaron un ancla de valor frente a la incertidumbre monetaria.
Además, el debilitamiento del dólar ha incentivado a compradores internacionales —desde bancos centrales hasta inversionistas minoristas— a incrementar sus reservas. Países como China, Turquía, Polonia e India han aumentado sus compras de oro, buscando reducir su dependencia de los bonos del Tesoro estadounidense. Desde 2022, los bancos centrales adquieren más de 1.000 toneladas anuales, el doble del promedio de la década anterior.
El oro, una vez más, se consolida como el termómetro silencioso del miedo financiero.
A nivel individual, la fiebre dorada también se hace sentir. Empresas como Silver Bullion han reportado un crecimiento exponencial en su base de clientes, con familias adineradas y pequeños inversores que almacenan oro como estrategia de protección a largo plazo.
El papel de la política monetaria y las tensiones con la Fed
La presión política también juega un rol crucial. Las críticas del presidente Donald Trump hacia la Reserva Federal, y sus intentos de interferir en las decisiones de su presidente Jerome Powell, han debilitado la percepción de independencia del banco central. Esta pérdida de confianza institucional genera un entorno propicio para la subida del oro, considerado una alternativa estable ante la volatilidad del sistema financiero.
El mercado, además, descuenta la posibilidad de que la Fed reduzca las tasas de interés en los próximos meses, lo que haría que los activos tradicionales —como los bonos del Tesoro— pierdan atractivo frente a los metales preciosos.
El termómetro silencioso del miedo económico
El repunte histórico del oro no solo refleja la incertidumbre actual de los mercados, sino también un cambio estructural en la manera en que los países y los inversores gestionan el riesgo. Detrás del brillo del metal se esconde un mensaje claro: la economía estadounidense ya no representa la misma fortaleza que en décadas pasadas.
El oro, una vez más, se consolida como el termómetro silencioso del miedo financiero, capaz de medir las tensiones políticas, la pérdida de confianza institucional y la fragilidad del dólar. Y aunque los expertos advierten que la tendencia alcista podría moderarse, todo indica que su resplandor continuará mientras la economía global siga caminando sobre terreno incierto.
