El cacao boliviano: un tesoro de calidad mundial en busca de mayor impulso

El cacao boliviano se ha consolidado como un producto altamente apreciado en el mercado internacional debido a su calidad, sabor distintivo y características únicas que lo posicionan entre los mejores del mundo. Sin embargo, pese a su potencial, enfrenta importantes desafíos que limitan su expansión y sostenibilidad. Analizar su situación actual permite comprender tanto las oportunidades como las barreras que rodean a este cultivo estratégico para la economía y la identidad productiva del país.
Un producto con reconocimiento internacional
El cacao boliviano es reconocido por su perfil sensorial único, especialmente el denominado cacao silvestre o nativo, que crece en la Amazonía y que ha recibido premios internacionales por su sabor y aroma. Este reconocimiento le ha permitido acceder a mercados altamente exigentes como los Países Bajos, Alemania y Argentina, consolidando su reputación como un insumo de excelencia para la industria chocolatera mundial.
En 2025, las exportaciones alcanzaron un valor de 4 millones de dólares, una cifra que, aunque menor respecto a 2024 (cuando superaron los 7 millones), refleja la capacidad del cacao nacional para insertarse en circuitos de alto valor. La caída se explica principalmente por problemas de oferta mundial, vinculados al cambio climático y a la baja productividad local, más que por falta de demanda.
“El cacao boliviano ha sido premiado internacionalmente y es considerado entre los mejores del mundo.”
Producción y características del cultivo
La producción de cacao en Bolivia se concentra principalmente en el departamento de La Paz, que aporta más del 80% del total nacional, seguido a distancia por Cochabamba, Beni, Pando y Santa Cruz. Durante la campaña agrícola 2023-2024, se registraron alrededor de 5.825 toneladas métricas en una superficie de 10.400 hectáreas.
El país produce dos variedades principales:
- Cacao cultivado o “foráneo”, que comienza a dar frutos entre los 3 y 4 años.
- Cacao silvestre o “criollo”, que crece de manera natural en la Amazonía y requiere entre 5 y 7 años para producir.
El ciclo de maduración de las mazorcas puede extenderse hasta seis meses, lo que hace que el proceso productivo sea lento y, en muchos casos, vulnerable a factores climáticos y sanitarios.

Desafíos del sector
A pesar de su prestigio, las familias productoras enfrentan múltiples dificultades:
- Impacto del cambio climático, que provoca sequías, inundaciones y afecta directamente la productividad.
- Pérdidas postcosecha, asociadas a la falta de capacitación y de técnicas adecuadas de manejo.
- Baja productividad, producto de ataques de plagas y enfermedades, que reducen el rendimiento y la calidad del grano.
- Limitaciones en infraestructura, como caminos deficientes y ausencia de centros de acopio, lo que encarece el transporte y reduce la competitividad.
- Restricciones financieras, debido a la escasa oferta de créditos para pequeños productores, lo que dificulta la ampliación de la superficie cultivada y la tecnificación del proceso.
“En 2025, las exportaciones cayeron un 47%, pero la demanda internacional sigue intacta.”
Estos factores han provocado que el crecimiento del sector se estanque en los últimos años, a pesar de contar con un mercado externo dispuesto a pagar precios elevados por el cacao boliviano.
Valor agregado y potencial de expansión
En el mercado interno, el cacao es la base de una industria chocolatera en crecimiento, que produce desde manteca de cacao hasta chocolates rellenos y en barra, así como cacao en polvo y pasta sin desgrasar. Estos derivados no solo fortalecen el consumo nacional, sino que también generan mayores oportunidades de exportación con valor agregado, lo que podría multiplicar los ingresos frente a la venta de materia prima.
Además, el cacao boliviano tiene la ventaja de su perfil saludable: contiene antioxidantes, minerales y vitaminas que lo posicionan como un “superalimento” en un contexto donde la tendencia global apunta hacia el consumo de productos naturales y funcionales.

El cacao boliviano representa un patrimonio productivo con enorme potencial para generar desarrollo económico, social y ambiental. Su reconocimiento internacional como uno de los mejores del mundo es una ventaja estratégica que pocos países poseen. Sin embargo, para que este recurso se convierta en un verdadero motor de crecimiento, es indispensable superar los retos vinculados al clima, la infraestructura y el financiamiento.
Con políticas de apoyo, mayor inversión en tecnología y capacitación para los productores, Bolivia podría no solo recuperar el ritmo de sus exportaciones, sino también consolidarse como un referente global en la producción de cacao de calidad premium. En un mercado donde la demanda por productos auténticos y sostenibles crece cada vez más, el cacao boliviano tiene todas las condiciones para transformarse en un emblema de excelencia y orgullo nacional.