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El fenómeno Bad Bunny: cómo un artista transformó la economía y el orgullo de Puerto Rico en 2025

Entre julio y septiembre de 2025, Puerto Rico vivió una transformación económica y cultural sin precedentes. La residencia musical No me quiero ir de aquí: Una más de Bad Bunny convirtió a la isla en el epicentro del turismo caribeño y en un caso de estudio sobre el poder económico del entretenimiento. En apenas tres meses, la serie de 31 conciertos del artista generó una derrama cercana a los 700 millones de dólares, atrayendo a más de 600 mil visitantes y revitalizando sectores clave como el turismo, la gastronomía y los servicios.

La decisión del artista de concentrar su gira en su tierra natal, y no en Estados Unidos, tuvo un trasfondo político y social. Bad Bunny transformó una postura personal en una oportunidad colectiva. Su ausencia de los escenarios norteamericanos fue una forma de protesta frente a la política migratoria estadounidense, pero al mismo tiempo, una declaración de amor a su país. El resultado fue un movimiento que superó el ámbito musical para convertirse en un impulso económico y simbólico para Puerto Rico.

Las cifras hablan por sí solas. Hoteles y alojamientos alcanzaron niveles récord de ocupación con más de 46 mil habitaciones reservadas, mientras aerolíneas añadieron vuelos para responder a la alta demanda. Un 55% de los asistentes fueron locales, y el resto turistas provenientes de Estados Unidos, República Dominicana, Colombia y España. Según estimaciones de Gaither International y Moody’s Analytics, el impacto de la residencia generó un crecimiento de entre 5 y 7% en el PIB local, una cifra inusual para un periodo tan corto.

“La residencia de Bad Bunny generó más de 700 millones de dólares y un crecimiento de hasta 7% en el PIB local.”

El efecto multiplicador se extendió más allá de los conciertos. Restaurantes, transportes, operadores turísticos y pequeños comercios experimentaron un auge inédito. El evento impulsó la creación de más de 3,600 empleos directos, además de miles de oportunidades indirectas vinculadas a la logística, la seguridad, la producción audiovisual y el entretenimiento nocturno. Los turistas extranjeros permanecieron un promedio de ocho noches en la isla, dinamizando el consumo en cada rincón de San Juan y otras localidades.

Sin embargo, el impacto de Bad Bunny no se limitó al plano financiero. Su presencia fue también una afirmación cultural y social. En cada concierto, el artista abordó temas sensibles como la gentrificación, los apagones eléctricos y el costo de vida, transformando su espectáculo en una plataforma de conciencia colectiva. Su último show, transmitido globalmente, rompió récords de audiencia en plataformas digitales y consolidó a Puerto Rico como un referente cultural latinoamericano.

La residencia también fortaleció el sentido de identidad de los puertorriqueños. Para muchos, ver a un artista nacido en la isla colocar a su país en el mapa global representó una reivindicación de orgullo y pertenencia. Expertos en estudios latinoamericanos coinciden en que el fenómeno Bad Bunny combina arte, resistencia y economía, demostrando que la cultura puede ser un vehículo real de desarrollo nacional.

“Bad Bunny convirtió su arte en motor económico y símbolo de orgullo boricua.”

El éxito económico de esta residencia lo posicionó como el evento musical latino más rentable de la historia, superando incluso a figuras establecidas en Las Vegas. Su impacto no terminó ahí: el anuncio de que Bad Bunny encabezará el show de medio tiempo del Super Bowl 2026 confirmó su ascenso como icono global y embajador del talento latino.

Detrás de los números y la fama, el fenómeno de 2025 deja una lección clara: cuando el arte se alinea con la identidad y la economía, puede mover no solo masas, sino también naciones enteras. Puerto Rico no solo recibió un espectáculo, sino una inyección de confianza, orgullo y desarrollo que marcará su historia reciente.