Coyuntura

El sueño de un smartphone 100% estadounidense: ¿avance tecnológico o ilusión política?

El Liberty Phone, desarrollado por la empresa estadounidense Purism, marca un hito simbólico en la industria tecnológica: es uno de los primeros smartphones ensamblados en Estados Unidos. Impulsado por una visión de soberanía tecnológica y el deseo político de reducir la dependencia de Asia, este dispositivo pretende demostrar que es posible fabricar teléfonos dentro de las fronteras norteamericanas. Sin embargo, más allá del orgullo nacional, la realidad económica y tecnológica sugiere que este modelo es más una excepción que una vía viable para la producción a gran escala.

Purism ha logrado ensamblar el Liberty Phone en su planta de California, utilizando una placa base diseñada en sus instalaciones y un chip principal producido en Texas. Esto cumple parcialmente con la visión promovida por la administración Trump de un iPhone “Made in USA”. No obstante, el resto de los componentes clave —pantallas, baterías, cámaras— aún provienen de Asia, debido a la ausencia de una cadena de suministro local robusta.

Fabricar millones de smartphones en EE.UU. requiere más que intención: necesita toda una cadena de suministro que no existe.

El CEO de Purism, Todd Weaver, ha estado trabajando durante más de una década para lograr una cadena de producción completamente estadounidense, pero reconoce que aún es inviable debido a la falta de proveedores nacionales para ciertos componentes. Su objetivo sigue siendo claro: reducir progresivamente esa dependencia, aunque el camino sea largo y costoso.

El Liberty Phone no compite directamente con los grandes titanes del mercado. Con una producción mensual que apenas alcanza las 10.000 unidades —una fracción microscópica frente a los 19 millones de iPhones vendidos mensualmente por Apple—, el proyecto de Purism funciona más como una declaración política y tecnológica que como un producto de consumo masivo. Incluso si Purism pudiera aumentar su capacidad a 100.000 unidades mensuales, seguiría siendo irrelevante frente a la escala global de Apple.

Purism logra ensamblar un móvil en EE.UU., pero aún depende de Asia para sus componentes clave.

Además, el Liberty Phone está lejos de ser un dispositivo de última generación. Su chip, un i.MX 8M de la firma NXP Semiconductors, está pensado para automóviles, no para smartphones. Su sistema operativo, PureOS, es una variante de Linux con un ecosistema de aplicaciones limitado y sin compatibilidad con Android ni iOS. A pesar de estas limitaciones, el dispositivo cuesta 1.999 dólares, una cifra justificada por la orientación del producto hacia la privacidad y seguridad, características especialmente valoradas por agencias gubernamentales, que representan la mitad de su clientela.

La experiencia de Purism subraya los desafíos reales de la manufactura tecnológica en Estados Unidos. El caso del Liberty Phone ilustra las dificultades logísticas, económicas y técnicas de trasladar toda la producción de smartphones al país. Por un lado, la falta de proveedores nacionales encarece enormemente los costos; por otro, Estados Unidos carece de la infraestructura de mano de obra especializada que China ha desarrollado durante décadas, no solo en términos de cantidad, sino de experiencia técnica y eficiencia industrial.

El Liberty Phone cuesta $2.000, usa un chip pensado para autos y no es compatible con Android ni iOS.

Mientras tanto, Apple ha optado por una solución más pragmática: mover parte de su producción a India. Aunque esto implique ciertos aranceles, sigue siendo una estrategia más rentable que intentar trasladar toda la producción a suelo estadounidense. Además, India ofrece incentivos fiscales y una creciente capacidad industrial, lo que la convierte en una alternativa viable frente a la presión comercial con China.

El Liberty Phone representa un paso audaz hacia la fabricación de smartphones en Estados Unidos, pero también deja en evidencia las profundas barreras que lo rodean. Aunque técnicamente posible, replicar este modelo a gran escala es, por ahora, económicamente inviable y logísticamente complejo. La soberanía tecnológica, si bien deseable, debe equilibrarse con la realidad global de las cadenas de suministro. Mientras tanto, el sueño de un iPhone completamente estadounidense permanece, por ahora, más en el plano simbólico que en el industrial. El verdadero reto no está en ensamblar un teléfono, sino en construir todo un ecosistema de producción nacional capaz de competir con los gigantes asiáticos.

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