Coyuntura

Exportaciones en pausa: la burocracia frena la salida de soya pese a una cosecha histórica

En un momento en el que Bolivia necesita más que nunca dinamizar su economía y fortalecer la generación de divisas, el sector agroexportador enfrenta obstáculos que amenazan con apagar su potencial. Aunque la reciente campaña de verano trajo consigo una producción récord de soya, con más de 1,65 millones de toneladas cosechadas, al menos 250.000 toneladas destinadas a la exportación continúan varadas en territorio nacional debido a demoras burocráticas que dificultan el acceso a mercados internacionales.

La Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) ha levantado la voz ante lo que consideran una situación insostenible. A pesar de que el Gobierno autorizó la exportación de una parte importante del excedente, los productores aún no logran movilizar sus volúmenes al exterior. ¿La razón? Un sistema de permisos que, lejos de agilizar el comercio, ha resultado ser un obstáculo adicional.

El país necesita que la exportación fluya, pero las trabas burocráticas están frenando esa posibilidad.

Según explicó Jaime Hernández, gerente general de Anapo, el nuevo mecanismo para la autorización de exportaciones ha introducido más pasos y requisitos que los utilizados en gestiones anteriores. En lugar de liberar automáticamente un porcentaje de la producción —como ocurría en el pasado—, ahora los exportadores deben esperar la validación caso por caso, lo que genera incertidumbre y retrasa negociaciones clave.

Los exportadores, al presentar sus solicitudes, han enfrentado múltiples devoluciones y observaciones técnicas. En muchos casos, las solicitudes han tardado semanas en ser aprobadas, lo cual ha significado la pérdida de oportunidades comerciales y la caída en los precios internacionales. Como señaló Hernández, una demora de tres semanas puede ser la diferencia entre cerrar una venta rentable o quedarse con el producto almacenado.

La autorización de exportación ha llegado muy tarde, y ahora estamos buscando compradores que aún ofrezcan buenos precios.

Esta falta de previsibilidad no solo afecta al productor individual, sino que también debilita la imagen de Bolivia como proveedor confiable en el mercado global. Mientras países como Brasil, Argentina y Paraguay continúan posicionándose agresivamente en los mercados de commodities agrícolas, Bolivia pierde competitividad por causas internas.

El mercado internacional de la soya es volátil y altamente competitivo. Los precios fluctúan constantemente, y los compradores privilegian a los países que ofrecen estabilidad en el suministro. Las trabas actuales, según Anapo, van en sentido contrario a las necesidades del país. En un momento en que la economía boliviana requiere urgentemente divisas frescas, retrasar las exportaciones representa un lujo que no se puede permitir.

Muchas solicitudes fueron rechazadas o devueltas, provocando pérdidas de precio y negociación.

Además, el sector oleaginoso es uno de los principales motores de ingresos por exportación no tradicional en Bolivia. Limitar su dinamismo significa frenar el crecimiento de zonas productivas clave como Santa Cruz, donde la soya representa una importante fuente de empleo e inversión.

La paradoja que enfrenta hoy el sector soya en Bolivia es clara: una abundancia de producción que no puede transformarse en oportunidades reales debido a barreras burocráticas. El llamado de Anapo no es solo una queja sectorial, sino una advertencia sobre cómo la rigidez administrativa puede convertirse en un freno económico estructural.

Si Bolivia quiere posicionarse como un actor serio en el comercio agrícola internacional, deberá revisar con urgencia los mecanismos que regulan sus exportaciones. De lo contrario, las cosechas récord se convertirán en inventarios inmovilizados y las oportunidades de desarrollo seguirán esperando detrás de un escritorio.

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