Ford y la nueva guerra comercial: entre la incertidumbre arancelaria y la resiliencia operativa

La volatilidad de las políticas comerciales en Estados Unidos, impulsadas por decisiones presidenciales impredecibles, está desafiando incluso a gigantes como Ford. La empresa automotriz, que había comenzado el año con resultados alentadores, se ha visto forzada a retirar sus previsiones financieras anuales tras estimar un impacto de 1.500 millones de dólares derivado de los aranceles impuestos por el expresidente Donald Trump. Aunque ciertas medidas fueron suavizadas, la incertidumbre arancelaria sigue generando un entorno de alta inestabilidad para el sector automotor.
Durante el primer trimestre del año, Ford mostró una aparente solidez: sus resultados superaron las expectativas de los analistas, pese a una caída del 5,2% en ventas y una reducción significativa de su beneficio neto (de 1.332 millones a 471 millones de dólares). No obstante, el panorama cambió cuando se incorporaron los efectos de los aranceles. La compañía con sede en Dearborn estima ahora una pérdida adicional de 1.500 millones de dólares en su resultado neto de explotación ajustado, un golpe suficientemente fuerte como para suspender las proyecciones financieras del resto del año.
Ford estima una pérdida de 1.500 millones de dólares en su resultado de explotación ajustado por los aranceles.
A pesar de que la administración Trump aplicó ajustes retroactivos y algunas flexibilizaciones como la no duplicación de aranceles sobre componentes fabricados con acero y aluminio, o la compensación parcial del 25% sobre piezas importadas, estas medidas han sido percibidas más como parches temporales que como soluciones estratégicas. La inseguridad jurídica y la posibilidad de nuevas medidas de represalia por parte de otros gobiernos complican aún más el escenario.
La exposición de Ford, si bien menor que la de General Motors (que estimó pérdidas entre 4.000 y 5.000 millones de dólares), no ha sido insignificante. Aproximadamente el 80% de los vehículos que Ford vende en EE.UU. se fabrican localmente, lo que ha servido de escudo parcial. Sin embargo, no ha sido suficiente para evitar la presión financiera y la incertidumbre sobre la cadena de suministro global.
Uno de los elementos más reveladores es la estrategia de Ford para mitigar daños: la compañía espera compensar 1.000 millones de dólares mediante técnicas logísticas como el “transporte en depósito”, que permite evitar ciertos gravámenes al cruzar fronteras internacionales. Esta maniobra refleja tanto la creatividad operativa de la firma como las dificultades que enfrentan las empresas para adaptarse en tiempo real a entornos fiscales volátiles.
Jim Farley, CEO de la compañía, subrayó en un comunicado que, más allá del contexto arancelario, Ford continúa fortaleciendo su negocio subyacente, destacando la mejora en la calidad de productos y la eficiencia en costos durante tres trimestres consecutivos. En especial, señaló el buen desempeño de Ford Pro, su unidad especializada en vehículos para empresas, que ha ganado cuota de mercado tanto en EE.UU. como en Europa.
Las tensiones comerciales inyectan una volatilidad que impide cualquier planificación financiera seria.
Lo que está en juego para Ford y para el sector automotriz en general no es solo una batalla contable por miles de millones, sino la viabilidad de una planificación financiera seria en un entorno dominado por decisiones impredecibles. Las tensiones comerciales, lejos de resolverse, siguen inyectando dosis de volatilidad que alteran la toma de decisiones corporativas. Si bien Ford ha demostrado una admirable capacidad de adaptación, la pregunta clave es si la resiliencia será suficiente ante un horizonte económico cada vez más incierto.
La compañía espera que, de estabilizarse el entorno regulatorio, pueda presentar nuevas previsiones financieras en su informe del segundo trimestre. Hasta entonces, el sector sigue en una especie de limbo comercial donde, más que las cifras, manda la política.