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IFC y Scotiabank México: el crédito con enfoque de género como motor de desarrollo económico

La decisión de la Corporación Financiera Internacional (IFC) de invertir 250 millones de dólares en Scotiabank México marca un punto de inflexión en la forma en que el sistema financiero aborda uno de los problemas estructurales más profundos del país: el déficit habitacional y la desigualdad de género en el acceso al crédito. En un contexto donde México enfrenta una carencia estimada de nueve millones de viviendas, esta operación no solo tiene un impacto financiero, sino también social y productivo de largo alcance.

El dato que explica la urgencia del movimiento es contundente. Apenas el 4.5 % de las mujeres en México cuenta con un crédito hipotecario, frente al 7.2 % de los hombres. Esta brecha no responde únicamente a niveles de ingreso, sino a barreras sistémicas en el diseño de productos financieros, criterios de evaluación y acceso a información. La alianza entre IFC y Scotiabank busca intervenir directamente en ese punto crítico, canalizando recursos hacia esquemas hipotecarios pensados específicamente para las necesidades y realidades económicas de las mujeres.

La inclusión financiera con enfoque de género es una palanca real de crecimiento.

Desde una perspectiva empresarial y de banca sostenible, la inversión se alinea con una visión estratégica clara. Para Scotiabank, este respaldo fortalece su posicionamiento en finanzas sostenibles y lo integra de forma activa al Plan México, al impulsar soluciones que combinan rentabilidad con impacto social. El enfoque de género deja de ser un componente reputacional para convertirse en una palanca de crecimiento, expansión de cartera y diferenciación competitiva en un mercado altamente concentrado.

El efecto de esta iniciativa trasciende el acceso a la vivienda. El crédito hipotecario actúa como un potente dinamizador económico. Al incentivar la compra, construcción y mejora de viviendas, se activa una cadena de valor que impacta directamente en el empleo local, desde la construcción y la arquitectura hasta el suministro de materiales y servicios financieros complementarios. En este sentido, la inversión de IFC funciona como un multiplicador económico que contribuye tanto a la reducción del déficit habitacional como a la generación de empleo formal.

Además, el modelo que se impulsa tiene un valor estratégico adicional: su capacidad de réplica. Al demostrar que los productos financieros con enfoque de género pueden ser sostenibles, rentables y de bajo riesgo, se envía una señal clara al resto del sistema financiero mexicano. La inclusión deja de percibirse como un costo y pasa a entenderse como una oportunidad de negocio con impacto estructural.

Invertir en mujeres fortalece hogares, mercados y desarrollo a largo plazo.

En términos de desarrollo, colocar a las mujeres en el centro de la estrategia de financiamiento fortalece la resiliencia económica de los hogares y mejora la estabilidad social a largo plazo. El acceso a una vivienda propia no solo incrementa el patrimonio familiar, sino que amplía las oportunidades económicas, reduce la vulnerabilidad y consolida la autonomía financiera.

En conjunto, la inversión de IFC en Scotiabank México confirma una tendencia creciente en el mundo empresarial y financiero: el capital con perspectiva de género no es filantropía, es una estrategia de desarrollo inteligente. Al alinear inclusión, crecimiento y sostenibilidad, esta operación se posiciona como un referente de cómo la banca puede convertirse en un actor clave para cerrar brechas históricas y construir un crecimiento más equitativo y duradero.

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