Tecnología

“Los bots de la muerte: entre la memoria digital y la ética del duelo”

La inteligencia artificial ha cruzado fronteras impensadas. Si antes se limitaba a tareas de eficiencia o creatividad, hoy se adentra en un terreno mucho más íntimo: la muerte. En China y otros países, están surgiendo servicios capaces de recrear digitalmente a personas fallecidas. Mediante audios, mensajes y fotos, estas plataformas construyen “avatares” que pueden conversar, imitar voces y mantener un eco artificial de quienes ya no están. El fenómeno, bautizado como “bots de la muerte”, plantea profundas preguntas sobre la memoria, la identidad y los límites de la tecnología.

Los llamados deathbots funcionan gracias a sistemas de inteligencia artificial generativa que aprenden de los patrones lingüísticos y emocionales de un individuo. Al alimentarlos con mensajes y grabaciones, son capaces de generar respuestas en un tono que recuerda al ser perdido. Algunos modelos se enfocan en preservar recuerdos o anécdotas; otros buscan una interacción más directa, permitiendo diálogos que imitan conversaciones reales.

“La inteligencia artificial ha cruzado fronteras impensadas: ahora intenta recrear la voz y la esencia de quienes ya no están.”

Investigadores de la Universidad de Cambridge decidieron experimentar con esta tecnología, creando sus propios “dobles digitales”. Los resultados, lejos de reconfortar, mostraron los límites de esta ilusión. Los bots tendían a repetir frases vacías, a usar emojis fuera de contexto y a evidenciar una falta de comprensión emocional. Lo que se suponía una experiencia íntima terminó siendo una simulación perturbadora, más cercana a la nostalgia algorítmica que al consuelo.

El auge de esta tendencia ha despertado un nuevo mercado: la llamada economía de la muerte digital. Startups tecnológicas ofrecen planes de suscripción, versiones premium e incluso alianzas con aseguradoras, transformando el dolor y la memoria en productos comercializables. Sin embargo, detrás del negocio se esconde una cuestión ética: ¿estamos dispuestos a convertir la ausencia en un servicio? Psicólogos advierten que estos sistemas pueden prolongar el duelo, dificultando la aceptación de la pérdida y generando una dependencia emocional hacia algo que no es real.

Los bots de la muerte revelan una verdad inquietante: la memoria humana no puede ser reducida a un algoritmo. Es relacional, contextual y profundamente emocional. La tecnología puede ayudarnos a recordar, pero no a revivir. Frente al deseo de mantener el vínculo con quienes ya partieron, la sociedad se enfrenta a un dilema ético y existencial: ¿hasta qué punto debemos permitir que la inteligencia artificial suplante lo irremplazable? Quizás el verdadero desafío no esté en crear réplicas digitales del pasado, sino en aprender a convivir con la ausencia sin perder nuestra humanidad.

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