Tecnología

OpenAI y la carrera hacia los 500,000 millones: ¿innovación histórica o burbuja tecnológica?

La inteligencia artificial (IA) atraviesa un momento decisivo. Entre las startups que lideran esta revolución, OpenAI se perfila como la empresa más ambiciosa y polémica del sector. Con una valoración que podría alcanzar los 500,000 millones de dólares, la compañía fundada por Sam Altman no solo busca consolidarse como pionera en IA, sino también competir en la liga de los gigantes tecnológicos. Sin embargo, el entusiasmo desmedido de los inversionistas contrasta con interrogantes sobre la sostenibilidad de este crecimiento.

El atractivo de OpenAI radica en su producto estrella: ChatGPT, que ya cuenta con más de 700 millones de usuarios activos semanales. Para algunos inversionistas, el potencial de monetización es tan simple como contundente: si apenas una fracción de esos usuarios pagara 5 dólares al mes, menos de lo que cobran servicios como Netflix o Spotify, la empresa podría generar ingresos superiores a 120,000 millones de dólares anuales. Con esas cifras, argumentan, la valoración de medio billón no solo sería plausible, sino incluso conservadora.

La ronda liderada por SoftBank que valora la compañía en 300,000 millones de dólares.

No obstante, esta visión optimista oculta un desafío mayúsculo que consiste en los costos de operación. A diferencia de compañías de software tradicionales, la infraestructura que sostiene modelos de IA generativa requiere centros de datos de escala colosal y un gasto energético desproporcionado. Se estima que OpenAI podría destinar hasta 8,000 millones de dólares en efectivo solo en 2025, principalmente para cubrir procesos de inferencia, es decir, el uso cotidiano de sus modelos por parte de los usuarios. Altman ya ha anticipado que, en un futuro próximo, estas cifras podrían transformarse en inversiones de billones de dólares en hardware y energía.

A pesar de estos obstáculos, los números actuales muestran un ritmo sin precedentes que indican que la empresa habría duplicado sus ingresos proyectados en apenas siete meses, alcanzando los 12,000 millones anuales. Además, el mercado corporativo se ha convertido en un motor crucial: 5 millones de clientes empresariales de pago ya utilizan las soluciones de OpenAI para integrar IA en sus procesos. Incluso se especula con la posibilidad de abrir nuevas líneas de ingresos mediante publicidad, lo que añadiría otra capa de atractivo para los inversionistas.

Sin embargo, no todos comparten el mismo entusiasmo. Analistas como Glenn Okun, de la Universidad de Nueva York, advierten que estas valoraciones responden más al apetito especulativo que a métricas realistas de rentabilidad. El mercado privado, donde se negocian acciones a precios inflados, refleja en gran medida el “frenesí por no quedarse fuera” más que el valor intrínseco de la compañía. En este sentido, el escenario recuerda a episodios históricos como la burbuja puntocom, donde una narrativa convincente impulsó inversiones desproporcionadas que luego se desinflaron abruptamente.

Altman, fiel a su estilo, no rehúye este paralelismo. Ha reconocido que sí existe una burbuja alrededor de la IA, pero argumenta que no necesariamente es negativo. Según él, detrás de cada burbuja siempre hay un “núcleo de verdad”, y en este caso la verdad es que la inteligencia artificial está transformando la economía global a un ritmo nunca visto.

En los primeros siete meses de 2025, la empresa duplicó sus ingresos anuales previstos hasta los 12,000 millones de dólares.

OpenAI encarna la dualidad del momento actual en el sector tecnológico: por un lado, un potencial de disrupción comparable al nacimiento de internet; por otro, costos y riesgos financieros que podrían frenar sus aspiraciones. Para los inversionistas que apuestan miles de millones, la historia de Altman y su equipo es lo suficientemente convincente como para justificar valoraciones que superan a las de gigantes consolidados.

El desenlace aún es incierto. ¿Será OpenAI la próxima Google, capaz de consolidar un monopolio en torno a la IA generativa? ¿O quedará como un caso emblemático de sobrevaloración en tiempos de euforia tecnológica? Lo que sí parece claro es que la narrativa de la empresa ya vale medio billón de dólares, incluso antes de que se escriba su capítulo final.

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