Coyuntura

Paraguay apunta a convertirse en el nuevo puente energético entre Argentina y Brasil

Mientras Bolivia continúa lidiando con las secuelas económicas y estructurales tras dos décadas de gestión del MAS, en la región se mueve un tablero energético que podría redefinir el mapa del gas sudamericano. Argentina y Paraguay avanzan con firmeza en un ambicioso proyecto: un gasoducto valuado en alrededor de $us 2.000 millones, diseñado para transportar gas desde Vaca Muerta hacia el centro y sur de Brasil. Esta iniciativa no solo abre una nueva ruta energética, sino que también amenaza con relegar el rol histórico que Bolivia mantenía como eje de conexión en el flujo gasífero regional.

Según un informe del diario paraguayo La Nación, el viceministro de Minas y Energía, Mauricio Bejarano, confirmó que las negociaciones con Argentina han ingresado en una “fase más profunda”, centrada en el trabajo técnico y la armonización regulatoria. Esta etapa busca asegurar que las normativas de ambos países se alineen para facilitar la interconexión del gasoducto y crear un entorno confiable para inversiones de gran magnitud.

Bejarano señaló que Paraguay actualizará su Ley de Gas Natural para adaptarse a las exigencias de un proyecto de esta escala. El Gobierno también contratará a un especialista dedicado a compatibilizar el marco regulatorio con Argentina, un proceso que luego se extenderá a Brasil. La idea es que, al momento de firmar los contratos del gasoducto, exista un esquema normativo moderno, uniforme y capaz de brindar seguridad jurídica a los operadores privados.

Las tarifas bolivianas de transporte resultan demasiado elevadas y reducen la competitividad del gas argentino dentro del mercado brasileño.

En paralelo, Paraguay prevé sostener reuniones estratégicas con autoridades brasileñas durante la próxima Cumbre del Mercosur, tomando en cuenta que Brasil consume cerca de 70 millones de metros cúbicos diarios de gas y figura como el principal destino proyectado para la nueva ruta.

Uno de los aspectos más relevantes del proyecto es la posible construcción del gasoducto a través del Chaco paraguayo, siguiendo el corredor de la Ruta Bioceánica. De acuerdo con Bejarano, este diseño ofrece la mayor eficiencia operativa y permitiría tener una solución plenamente funcional en un plazo aproximado de cinco años.

El plan contempla un ducto de 32 pulgadas de diámetro, con capacidad para transportar 30 millones de metros cúbicos por día, además de una nueva planta termoeléctrica valuada en $us 1.000 millones en el Chaco Central. El financiamiento provendría mayoritariamente del sector privado, siempre y cuando exista un marco jurídico sólido que otorgue previsibilidad.

Desde hace varios años, especialistas bolivianos advierten que la ruta Argentina–Paraguay–Brasil podría desplazar a Bolivia del negocio del transporte de gas natural, especialmente en un contexto donde el país ya ha perdido mercados clave debido a la reducción de reservas. Esto podría significar no solo una caída en ingresos, sino también la pérdida del rol estratégico de “agregador en tránsito” que Bolivia ejerció durante décadas.

Aunque Bolivia dispone de infraestructura ya instalada para conectar Argentina y Brasil —una ventaja que en el pasado fue presentada como la vía más rápida y económica—, los países vecinos han señalado un problema central: las tarifas bolivianas de transporte resultan demasiado elevadas y reducen la competitividad del gas argentino dentro del mercado brasileño. Ante ese escenario, explorar una ruta alternativa que evita territorio boliviano se ha vuelto una opción más rentable y políticamente conveniente para Argentina y Paraguay.

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