Coyuntura

Santa Cruz apuesta por el amaranto tropicalizado y abre camino a una nueva era agrícola

Santa Cruz, uno de los motores agroproductivos de Bolivia, está incursionando en una nueva etapa de diversificación alimentaria con una apuesta que combina ciencia, innovación y visión de futuro: la producción de amaranto adaptado a climas cálidos. Esta iniciativa, liderada por el especialista en genética de plantas Marín Condori, busca trasladar un cultivo tradicionalmente andino al ecosistema tropical, con el objetivo de abrir nuevas fronteras productivas y comerciales

Santa Cruz siembra amaranto tropicalizado como parte de una estrategia para diversificar la producción agrícola en zonas cálidas.

La experiencia acumulada por Condori en la tropicalización de la quinua —otro “grano de oro” originario de alturas andinas que hoy se cultiva y exporta desde Santa Cruz— ha servido como base sólida para este nuevo desafío. Actualmente, los trabajos de validación se desarrollan en la localidad de Tres Cruces, una zona cálida donde ya se han sembrado las primeras parcelas de amaranto adaptado.

El proceso de tropicalización implica mucho más que trasladar una semilla a otra región: requiere adaptación genética, análisis de comportamiento frente a factores climáticos como el fotoperiodo, y una estrategia de seguimiento a largo plazo. En el caso del amaranto, los resultados iniciales muestran un avance prometedor, con variedades que han comenzado a responder favorablemente en condiciones tropicales.

El proyecto avanza hacia la tropicalización de la chía en verano, lo que implicaría un cambio clave en el calendario agrícola del oriente boliviano.

Pero el objetivo va más allá de la validación técnica. Condori enfatiza la necesidad de conectar esta innovación con oportunidades reales de mercado, tanto a nivel nacional como internacional. El amaranto, reconocido por su alto valor nutricional, es considerado un “súper alimento”, lo que lo convierte en un producto con potencial creciente en mercados globales enfocados en salud y sostenibilidad.

Uno de los aspectos clave que destaca el investigador es la necesidad de apoyo institucional para garantizar la continuidad del proyecto. Temas como el abastecimiento constante de diésel para la maquinaria agrícola o la articulación con políticas de exportación son esenciales para que esta innovación no quede limitada a una fase experimental.

El enfoque combina innovación genética, validación comercial y visión de exportación, buscando posicionar estos cultivos en el mercado internacional de “súper alimentos”.

Asimismo, Condori ya visualiza el siguiente paso: aplicar el mismo proceso de adaptación a la chía. Aunque esta oleaginosa ya se cultiva en Santa Cruz durante el invierno, la meta ahora es lograr variedades que prosperen también en verano, un cambio que permitiría ampliar considerablemente su ventana de producción. El reto principal está en desarrollar semillas menos sensibles al fotoperiodo, que puedan florecer y desarrollarse en días más largos.

La experiencia en tropicalización no solo amplía las posibilidades productivas de Santa Cruz, sino que ofrece un modelo replicable para otras regiones de Latinoamérica que buscan reducir su dependencia de monocultivos y adaptarse al cambio climático. Incorporar especies tradicionales de zonas altas al contexto tropical permite no solo diversificar la dieta y los ingresos, sino también recuperar especies nativas con alto valor cultural y nutricional.

Este tipo de innovaciones refuerzan una visión de agricultura inteligente, sostenible y resiliente, donde la ciencia se pone al servicio de las necesidades locales y globales. La tropicalización del amaranto podría, en pocos años, consolidarse como una historia de éxito que combina tradición, conocimiento científico y apertura al mundo.

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