Coyuntura

China despliega un escudo financiero para resistir los embates arancelarios de Estados Unidos

Con una batería de medidas contundentes, China ha decidido no quedarse de brazos cruzados ante la última oleada de aranceles impuesta por Estados Unidos, que alcanzan hasta un 145% sobre productos chinos. En lo que podría calificarse como un escudo financiero de gran escala, el gigante asiático lanza una estrategia de doble vía que busca proteger su economía nacional mientras lanza un mensaje político claro a Washington: China no se doblega.

El plan, anunciado por la Administración Nacional de Regulación Financiera, permite ahora que las compañías aseguradoras inviertan directamente en el mercado bursátil local. Esta flexibilización normativa se suma a un proyecto ya aprobado que moviliza 8.300 millones de dólares de fondos de seguros a largo plazo, destinados a revitalizar el debilitado mercado de valores. La medida responde no solo a la presión externa sino también al arrastre de una prolongada crisis en el sector inmobiliario, una de las piedras angulares del crecimiento chino en décadas anteriores.

Como parte del paquete de medidas, el Banco Popular de China (PBOC) redujo el coeficiente de reservas obligatorias de los bancos en 50 puntos básicos, lo que se traduce en una inyección inmediata de 138.500 millones de dólares en liquidez. Este movimiento busca no solo estabilizar la economía interna sino mantener operativa la maquinaria productiva ante posibles represalias comerciales.

El 90% de los ingresos de las empresas chinas cotizadas proviene del mercado interno: una carta clave frente a las sanciones.

La narrativa que acompaña este escudo financiero es igualmente estratégica. El presidente del regulador de valores, Wu Qing, aseguró que la economía china «es un gran océano», minimizando el peso del comercio exterior en la estructura financiera nacional. De hecho, según datos oficiales, el 90% de los ingresos de las empresas que cotizan en las bolsas chinas provienen del mercado interno, lo que da margen para resistir embates sin depender de los flujos internacionales.

Mientras se blinda internamente, China acepta sentarse en la mesa de negociaciones con Estados Unidos. Una delegación norteamericana, encabezada por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante comercial Jamieson Greer, se reunirá con el viceprimer ministro He Lifeng, figura clave en la política económica del país asiático.

La reunión que tendrá lugar en Suiza ocurre en un contexto tenso: declaraciones contradictorias entre ambos gobiernos han minado la confianza mutua. Mientras el presidente estadounidense asegura que ya hay conversaciones en curso, Beijing ha desmentido tales afirmaciones, confirmando apenas ahora la cita oficial. La representación al más alto nivel técnico, y no político, reduce la posibilidad de un encuentro entre los mandatarios Trump y Xi Jinping, al menos en el corto plazo.

Aunque en apariencia la estrategia china es defensiva, las medidas adoptadas apuntan a una sofisticada ofensiva financiera: se estimula el mercado de valores, se libera liquidez y se aprovechan fondos institucionales para consolidar un modelo económico más autosuficiente. La señal hacia el mundo es clara: China no solo resistirá, sino que se reorganiza con velocidad y precisión ante los cambios del tablero geopolítico.

Además, el mensaje interno es igualmente importante: ante una guerra comercial prolongada, Beijing está dispuesto a sostener a su industria, reforzar la inversión a largo plazo y evitar una contracción que afecte su liderazgo económico en Asia y más allá.

El escudo financiero chino inyectará 138.500 millones de dólares en la economía para resistir la presión externa.

Frente a una nueva escalada de tensiones comerciales con Estados Unidos, China ha demostrado que posee las herramientas tanto económicas como políticas para mantener el rumbo. El escudo financiero activado no solo busca mitigar el impacto de los aranceles, sino también reposicionar a China como una economía robusta y con capacidad de reacción rápida. A la espera de los resultados de la reunión en Suiza, el mundo observa cómo el gigante asiático articula una respuesta que va más allá de la supervivencia: es una reafirmación de su soberanía económica en un mundo cada vez más volátil.

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