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KFC y Dragon Ball Z: Cómo una alianza comercial redefine la cultura pop y el marketing global

KFC sorprendió al mercado internacional al presentar una colaboración oficial con Dragon Ball Z, una de las sagas más influyentes del anime. Lejos de tratarse de una simple acción publicitaria, la propuesta se consolidó como una iniciativa multinacional que abarca diez países europeos, desde España hasta Eslovaquia. Esta magnitud convierte al proyecto en la activación más amplia de la marca en ese continente.

La alianza, impulsada por KFC España y Portugal junto a la agencia PS21, responde a la creciente integración del anime en la cultura mainstream. El consumo de animación japonesa ha dejado de ser un fenómeno de nicho: solo en México, casi la mitad de los jóvenes entre 18 y 35 años declara verla semanalmente. Este contexto convierte a Dragon Ball Z en un vehículo ideal para conectar con audiencias jóvenes y nostálgicas por igual.

Uno de los elementos más potentes de la campaña radica en sus piezas audiovisuales. Los spots, de corta duración, juegan con humor y exageración para imitar técnicas icónicas del anime: desde el Kamehameha hasta la teletransportación instantánea. En lugar de enfocarse únicamente en el producto, las escenas muestran situaciones cotidianas en restaurantes y drive-thrus, donde los clientes replican gestos que marcaron su infancia.

“Esta es la colaboración de mayor alcance para KFC en Europa, abarcando diez mercados simultáneamente.”

Esta apuesta creativa, producida por dos equipos simultáneos Landia para las piezas con actores y Slow para las centradas en producto— busca activar la memoria afectiva del público. Según los directores creativos de PS21, la intención fue capturar cómo las personas siguen apropiándose de estos códigos culturales incluso décadas después. Así, la campaña no solo promociona comida, sino que se incrusta en una narrativa compartida por generaciones.

El menú diseñado exclusivamente para esta colaboración combina el estilo tradicional de KFC con influencias de la gastronomía japonesa. El Katsu Sando emerge como el protagonista: un sándwich de pollo empanizado que adopta el concepto de uno de los platos más populares de Japón. También destacan las alitas glaseadas con salsa teriyaki, presentadas en el “Cubo Teriyaki”, junto a la alternativa picante.

El guiño más simbólico son las “Bolas de Queso”, un detalle visual que replica la estética de las míticas Bolas de Dragón, convirtiendo el producto en un elemento coleccionable y temático. Todo el menú se sirve en empaques ilustrados con Goku y Vegeta, reforzando el sentido de pertenencia a un universo narrativo.

La colaboración refleja un fenómeno cultural más grande: el anime ya no solo acompaña a los aficionados de los años noventa, sino que se ha integrado al consumo masivo global. Las marcas internacionales, conscientes del valor emocional de estas franquicias, están apostando por acciones que conecten con identidades híbridas: jóvenes digitales que valoran tanto la nostalgia como las experiencias inmersivas.

“Los spots recrean técnicas icónicas de Dragon Ball Z para activar la memoria afectiva de toda una generación.”

El caso KFC x Dragon Ball Z demuestra cómo una propiedad intelectual poderosa puede potenciar una campaña que va más allá de lo gastronómico. La estrategia se despliega en múltiples medios televisión, cine, exterior, digital y puntos de venta con una planificación articulada por Arena Media y una gestión de licencias a cargo de El Ocho, reforzando su presencia en cada etapa del recorrido del consumidor.

Esta iniciativa sirve como referencia para futuras colaboraciones entre franquicias globales y universos culturales con alta carga simbólica. La combinación de humor, nostalgia y coherencia visual ofrece un ejemplo sólido de cómo las marcas pueden dialogar con audiencias diversificadas sin perder su esencia.

La campaña no solo busca impulsar ventas temporales; pretende que los consumidores experimenten una sensación de “poder” o energía, tal como prometen sus mensajes creativos. Este tipo de acciones recuerda que, en la era de la hiperconectividad, las marcas que logran generar experiencias emocionantes son las que consolidan comunidades, no solo clientes.

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