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COP30: Tensiones, Retrocesos y Nuevos Caminos para la Gobernanza Climática Global

La COP30 finalizó en un ambiente de desgaste político y social. Lo que al inicio prometía ser un proceso fluido terminó transformándose en una jornada extendida de debates y correcciones que se prolongaron hasta la madrugada. Diversas delegaciones cuestionaron la falta de precisión en los textos finales, especialmente en temas como adaptación climática y combustibles fósiles. El liderazgo brasileño buscó acelerar consensos, pero las divergencias geopolíticas demostraron que la lucha climática sigue atravesada por intereses nacionales difíciles de conciliar.

Uno de los vacíos más debatidos fue la eliminación de compromisos explícitos contra los combustibles fósiles, un retroceso evidente respecto a lo pactado en la COP28. El Grupo Árabe y el Grupo Africano bloquearon cualquier referencia directa a este tema, argumentando que sería un sacrificio injusto para economías cuyo aporte histórico a las emisiones es mínimo.

“La COP30 cerró sin mencionar la eliminación de combustibles fósiles, marcando un retroceso frente a acuerdos previos.”

En contraste, países como Colombia, Chile y Uruguay insistieron en que la mitigación no puede avanzar sin una transición energética clara. Sin embargo, sus observaciones llegaron en una fase tardía, lo que impidió introducir cambios sustanciales en el documento final. Esta fractura anticipa la emergencia de nuevas alianzas climáticas fuera del marco formal de la COP, impulsadas por países que desean avanzar de forma más ambiciosa.

La adaptación fue uno de los pocos temas con progresos visibles. Se estableció la meta de triplicar la financiación destinada a la adaptación para 2035. Aunque representa una mejora, este compromiso llega cinco años después de lo previsto e incluso así resulta insuficiente frente a las necesidades reales. Naciones Unidas estima que se requieren 310 mil millones de dólares anuales para implementar medidas de adaptación robustas, una cifra muy lejana de la capacidad financiera global actual.

“La financiación para adaptación deberá triplicarse para 2035, aun cuando la brecha sigue siendo inmensa.”

Además, el llamado “Mutirão Global” refuerza la necesidad de apoyar a los países del sur global, pero varios delegados señalaron que los indicadores del Objetivo Mundial de Adaptación siguen siendo débiles, ambiguos y de difícil implementación. Esto genera incertidumbre sobre la capacidad de monitorear y evaluar los avances de manera eficiente.

Otro de los grandes desafíos que evidenció la COP30 fue la falta de actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC). Muchas delegaciones llegaron sin nuevos planes climáticos, y las propuestas presentadas no alcanzan los objetivos necesarios para mantener el calentamiento global dentro de límites seguros.

Tampoco prosperaron las reformas al sistema de presentación y seguimiento de las NDC. La ausencia de mecanismos más estrictos de rendición de cuentas mantiene un vacío preocupante: los países continúan con un margen amplio de discrecionalidad para cumplir —o no— sus metas climáticas.

Uno de los anuncios más relevantes vino de Brasil, que informó que presentará una hoja de ruta alternativa para cumplir con los compromisos establecidos previamente en la COP28. Esta propuesta cuenta con el respaldo de más de 80 países y se desarrollará fuera del marco del acuerdo oficial.

“Más de 80 países apoyan la nueva hoja de ruta propuesta por Brasil, fuera del consenso oficial.”

La iniciativa se centra en temas urgentes como la deforestación y la transición energética, reflejando una tendencia creciente: cuando los acuerdos multilaterales se estancan, algunos países optan por avanzar mediante coaliciones voluntarias. Sin embargo, voces como la de Colombia advierten que cualquier intento de mitigar el cambio climático sin abordar los combustibles fósiles será incompleto e insuficiente.

La COP30 dejó una sensación dual. Por un lado, hubo progresos importantes en adaptación y financiamiento. Por otro, se evidenciaron retrocesos preocupantes en la agenda de mitigación, especialmente en la transición energética. Las tensiones entre países desarrollados y en desarrollo siguen siendo uno de los mayores obstáculos para avanzar hacia una justicia climática real.

Los próximos años estarán marcados por un desafío complejo: traducir compromisos fragmentados en acciones concretas que permitan fortalecer la resiliencia global y acelerar una transición energética justa. Las coaliciones emergentes, las nuevas hojas de ruta y los acuerdos paralelos podrían convertirse en catalizadores clave, siempre que logren superar la falta de cohesión que hoy limita la efectividad de la gobernanza climática internacional.