GREAT LEADER

¿Fue el papa Francisco el pontificado más comprometido con la justicia social y la sostenibilidad?

La muerte del papa Francisco a los 88 años no solo cierra un capítulo en la historia de la Iglesia Católica, sino que deja una huella profunda en el escenario global. Durante los doce años de su pontificado, Francisco encarnó un estilo de liderazgo que combinó firmeza ética, humildad personal y una visión integral de los desafíos contemporáneos. Su legado se articula en torno a dos ejes profundamente interconectados: la responsabilidad social y la sostenibilidad ambiental. Lejos de limitarse al ámbito religioso, su pensamiento y acción se convirtieron en referentes globales, capaces de inspirar a creyentes y no creyentes por igual.

Desde el inicio de su papado en 2013, Jorge Mario Bergoglio el primer papa latinoamericano y jesuita propuso una Iglesia en salida, centrada en los márgenes. Su llamado a ser una “Iglesia pobre para los pobres” fue más que un eslogan: marcó el eje de su acción pastoral. Su vida antes del Vaticano, como hijo de inmigrantes, químico y trabajador en distintos oficios, lo dotó de una sensibilidad especial hacia los olvidados por el sistema. Esta experiencia vital se reflejó en su estilo cercano, que prescindía de los símbolos de poder y lo conectaba con la vida cotidiana de millones.

Francisco fue un defensor inquebrantable de los migrantes, los pueblos indígenas, los desempleados y todos aquellos excluidos de los beneficios del progreso. En sus discursos, documentos y visitas, denunció una y otra vez las estructuras que perpetúan la desigualdad, instando a gobiernos y ciudadanos a construir una sociedad más justa. Modificó incluso el Catecismo para declarar inadmisible la pena de muerte, un gesto que reflejó su convicción de que toda vida humana merece dignidad y respeto.

Este enfoque no se limitó a la acción pastoral, sino que encontró eco en espacios académicos y políticos. Bajo su liderazgo, la Iglesia se convirtió en un actor relevante en debates sobre bioética, inteligencia artificial, economía y derecho, posicionándose como una voz moral que no rehúye el conflicto, pero que dialoga con el mundo desde la apertura y la compasión.

Su llamado a ser una ‘Iglesia pobre para los pobres’ fue más que un eslogan: marcó el eje de su acción pastoral.

El diálogo interreligioso fue una prioridad constante para Francisco. No como mero protocolo diplomático, sino como expresión de una convicción profunda: que la paz duradera solo es posible cuando se construye desde el respeto mutuo y la colaboración. Su histórica firma del “Documento sobre la Fraternidad Humana” con el Gran Imán de Al-Azhar en 2020 es prueba de ello.

También promovió una Iglesia más inclusiva, especialmente hacia personas históricamente marginadas dentro del propio ámbito eclesial. Su célebre “¿Quién soy yo para juzgar?” marcó un antes y un después en la postura oficial respecto a las personas LGBT+. Sin alterar la doctrina, Francisco puso el acento en la acogida, la misericordia y el acompañamiento, valores centrales en su visión pastoral.

Sus reformas internas buscaron modernizar y transparentar las estructuras vaticanas. Apostó por una administración más eficiente y ética, promoviendo la rendición de cuentas y enfrentando escándalos de larga data. Su estilo directo y sencillo contrastó con el aura distante de sus predecesores, acercando el papado a la gente común.

El diálogo interreligioso fue una prioridad constante para Francisco.

Uno de los hitos más relevantes de su pontificado fue la publicación, en 2015, de la encíclica Laudato Si’, un texto que transformó la forma en que la Iglesia y gran parte del mundo abordan la crisis ambiental. En ella, el papa propuso una “ecología integral”, que reconoce que la degradación del planeta y la exclusión social son dos caras de una misma moneda.

Francisco denunció sin ambigüedades el modelo económico basado en la explotación indiscriminada de los recursos y el consumo desenfrenado. Su mensaje fue claro: la solución a la crisis climática no será tecnológica o política exclusivamente, sino también ética y espiritual. Con esta visión, colocó al Vaticano como una voz influyente en las cumbres ambientales globales, como la COP21 en París, y logró que comunidades religiosas se involucraran activamente en la causa ambiental.

Más allá del discurso, impulsó medidas concretas para reducir la huella ecológica del Vaticano: paneles solares, reciclaje, eliminación de plásticos y eficiencia energética. Estos pasos no solo tuvieron valor simbólico, sino que ofrecieron un modelo replicable para parroquias y diócesis de todo el mundo.

La originalidad de Francisco radica en haber entrelazado justicia social y ambiental en un único horizonte ético. Según su visión, no se puede proteger la Tierra sin proteger a los más pobres, ni combatir la pobreza ignorando el equilibrio ecológico. Esta mirada integrada resulta clave en un mundo donde las soluciones parciales ya no alcanzan.

Su noción de “deuda ecológica” donde los países más ricos deben asumir su responsabilidad histórica frente a los más afectados por el cambio climático ofrece un marco innovador para la cooperación internacional. A través de ella, abogó por una solidaridad global realista pero firme, basada en la equidad y la justicia intergeneracional.

No se puede proteger la Tierra sin proteger a los más pobres, ni combatir la pobreza ignorando el equilibrio ecológico.

Francisco no fue un pontífice de consensos fáciles. Sus posturas generaron resistencias dentro y fuera de la Iglesia. Sin embargo, logró renovar la misión de la institución en un mundo en crisis, dotándola de una voz relevante en debates cruciales para el futuro del planeta.

Su mayor enseñanza es que la fe puede y debe estar al servicio de los más vulnerables, del diálogo intercultural y de la defensa de la Tierra como casa común. Su legado será medido no solo por sus reformas o sus encíclicas, sino por la capacidad de sus sucesores y de la humanidad de continuar el camino que él trazó: uno que exige compasión, valentía y una conversión profunda del corazón y de las estructuras.

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