Reactivación económica: teoría, realidad y necesidades

Frente a la urgencia de reactivar la economía, las opiniones coinciden en que la prioridad es inyectarle recursos al más corto plazo posible. Coinciden también en que, para contar con los recursos necesarios, se debe recurrir a créditos en las líneas de financiamiento de organismos multi y bilaterales. Más allá de diferencias en relación a los montos que se estiman necesarios –entre 1.500 y 8.000 millones de dólares–, hay otros temas vinculados que se mencionan sin ser debidamente analizados y sobre los cuales se necesitan acuerdos.

Por ejemplo, ¿existe realmente un límite al déficit fiscal? ¿implica el déficit, necesariamente, que el Gobierno debe contraer deudas? ¿cuál es el límite real a la capacidad de endeudamiento del país? ¿cuán pronto afectará la mayor deuda al tipo de cambio? ¿en qué medida es la inflación una consecuencia necesaria del déficit, o de la flexibilización del tipo de cambio?

De acuerdo con la teoría económica dominante en los ámbitos académico y político, el déficit fiscal no puede exceder ciertos límites, por muy convencionales que sean. En consecuencia, el Gobierno, antes de gastar, debe tener los ingresos requeridos. Si estos no son suficientes, incurrirá en deuda en la medida que le permite su capacidad de pago que, a su vez, está determinada por los ingresos futuros esperados.

La teoría predice también que, tratar de reducir el déficit fiscal “imprimiendo billetes”, tiene a la inflación como consecuencia directa (e “inescapable” añaden los más puristas). La inflación también puede desencadenarse como resultado de devaluar la moneda si los ingresos futuros no incluyen suficientes recursos en las monedas en las que se contrataron los créditos, lo que genera presiones para usar las reservas internacionales que respaldan la moneda nacional.

Sin embargo, frente a las restricciones que plantean estas teorías (fuertemente alineadas con el pensamiento ortodoxo), hay muchos otros académicos que opinan abiertamente lo contrario: un gobierno que emite una moneda soberana en un marco de tipo de cambio flexible no tiene ninguna restricción financiera para gastar en esa moneda. En tanto esa capacidad de gasto no supere la capacidad del aparato productivo nacional, el déficit no es una amenaza a la estabilidad económica y tampoco será el origen de procesos inflacionarios. Es decir, hay pensamientos y argumentos alternativos a los hasta ahora esgrimidos por quienes plantean medidas para la reactivación de la economía.

Pero, más allá del alineamiento teórico de estas posibles medidas de reactivación, la realidad nos ofrece evidencias que no apoyan o contradicen las predicciones teóricas. Por ejemplo, de manera general, las normas fiscales sobre límites de endeudamiento o del déficit fiscal, son normas voluntariamente (auto-) [J1] impuestas bajo criterios esencialmente arbitrarios: no son reglas o normas derivadas de marcos teóricos rigurosos que fijen valores cuantitativos. En el mismo sentido, no hay en la historia económica un solo caso de procesos altamente inflacionarios (hiperinflación) generados por políticas monetarias o por “imprimir billetes”.

Japón es un claro ejemplo de contradicción a las predicciones teóricas en ambos aspectos: a pesar que desde hace más de 25 años registra déficits fiscales y un alto endeudamiento (para 2020 se estima un déficit superior al 10%, y que la deuda nacional superará el 250% del PIB), desde 1980 sólo un año (2014) ha superado el 2% de inflación anual.

Pero, al final del día, el camino que se elija deberá estar guiado no por la (débil) teoría, sino por los efectos de las medidas en las personas y en la sociedad: mantener una inflación baja es, para políticos y académicos, motivo de éxito y de logro profesional. Pero, sin duda, para la gente y sus hogares, sería ampliamente preferible “tener una economía de pleno empleo con 10% de inflación, que otra con 2% de inflación y 10% de desempleo”. Por otro lado, aunque el tipo de cambio fijo podría ser un rasgo que indique autonomía en política monetaria, para productores en el mercado interno sería mejor y tendría más sentido un tipo de cambio flexible que frene el flujo de importaciones (legales e ilegales).

Precisamente sobre estos temas (¿dilemas?), hace 80 años, Abba Lerner sentenció que “el gobierno debe ajustar sus gastos y la recaudación de impuestos de manera que el gasto total en la economía no sea ni más ni menos los que sean compatibles y conducentes a una economía de pleno empleo y sin problemas de inflación. Para lograrlo, el gobierno no debe preocuparse por el déficit o la deuda. Si esto significa déficit, mayor endeudamiento, ‘imprimir billetes’, etc., entonces estas cosas en sí mismas no son ni buenas ni malas; son simplemente medios hacia el deseado fin de pleno empleo con estabilidad de precios.”

Dado el prestigioso legado de Lerner, sus opiniones deberían cuando menos inducirnos a reflexionar sobre su pertinencia para enfrentar la actual crisis y, especialmente, para asumir los desafíos del desarrollo sostenible en el siglo XXI.

El proyecto “Diálogo Social y Laboral en época electoral” promoverá en las siguientes semanas una serie de notas de reflexión y polémica sobre estos temas, en la perspectiva de aportar a la correcta elección de los medios que permitan una reactivación de la economía que privilegie y priorice el empleo, la equidad y la diversificación.

Fuente: Enrique Velazco Reckling
Proyecto “Diálogo Social y Laboral en época electoral”

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