Coyuntura

Crisis de tierras raras sacude a la industria automotriz: ¿una nueva era de innovación forzada?

La industria automotriz global enfrenta una nueva tormenta. A medida que las restricciones impuestas por China sobre la exportación de imanes fabricados con tierras raras comienzan a sentirse, fabricantes de vehículos y proveedores de autopartes se ven sumidos en una carrera contra el tiempo para evitar una posible parálisis productiva. Lo que parecía un insumo técnico más se ha convertido en el epicentro de una crisis que amenaza con convertirse en la tercera gran disrupción de la cadena de suministro automotriz en solo cinco años.

Los imanes de tierras raras son esenciales en la fabricación moderna de automóviles, especialmente en componentes como sensores, espejos laterales, altavoces, limpiaparabrisas y sistemas de frenado. En los vehículos eléctricos, su presencia es aún más crítica: un solo modelo puede contener hasta medio kilo de estos materiales. Sin embargo, más del 70% de la extracción mundial de tierras raras y casi el 90% de la producción de aleaciones e imanes dependen directamente de China, lo que otorga a este país un poder desproporcionado sobre una parte clave del engranaje industrial global.

Frank Eckard, CEO de la alemana Magnosphere, ha sido testigo del caos de primera mano. Según relata, numerosos fabricantes le han pedido ayuda urgente, preocupados por la posibilidad de tener que detener sus líneas de montaje tan pronto como en julio. La desesperación ha llegado a tal punto que “están dispuestos a pagar cualquier precio”, afirma Eckard.

A pesar de la crisis pasadas, la industria no aprendió: sigue siendo vulnerable a shoks externos.

Esta situación evoca recuerdos recientes. Primero fue la pandemia del COVID-19 en 2020, que paralizó la producción durante semanas. Luego, la escasez global de semiconductores entre 2021 y 2023 redujo en millones la producción planificada de automóviles. Ambas crisis pusieron de manifiesto la fragilidad de las cadenas de suministro globalizadas y motivaron a las empresas a replantear su dependencia de modelos como el «justo a tiempo».

Pese a ello, el presente indica que las lecciones no se han asimilado del todo. Como apunta Eckard, “nadie ha aprendido del pasado”. La falta de previsión ha dejado a la industria con escasas alternativas en el corto plazo.

Para contener la crisis, algunas automotrices han comenzado a desarrollar motores y componentes que minimicen o eliminen el uso de tierras raras. General Motors, BMW, ZF y otros actores importantes ya trabajan en esta dirección. Aun así, estos proyectos están lejos de alcanzar escalas industriales competitivas en el corto plazo.

Un solo auto eléctrico puede contener hasta medio kilo de imanes de tierras raras.

Mientras tanto, empresas como Niron, con sede en Minneapolis, han desarrollado imanes libres de tierras raras y recibido fuerte respaldo financiero de gigantes como Stellantis y Magna. Aunque prometedoras, sus operaciones a gran escala no iniciarán antes de 2029. Otras innovaciones, como los altavoces sin tierras raras desarrollados por Warwick Acoustics, podrían llegar este mismo año a coches de lujo, pero los modelos masivos deberán esperar al menos cinco años.

A nivel institucional, la Unión Europea ha lanzado la Ley de Materias Primas Críticas, cuyo objetivo es diversificar las fuentes de abastecimiento. Sin embargo, la implementación ha sido lenta y los actores europeos aún luchan por competir con los precios de los productores chinos.

Un caso ilustrativo es el de Heraeus, empresa alemana especializada en el reciclaje de imanes, que actualmente opera al 1% de su capacidad. Si el panorama comercial no mejora, su división podría cerrar el próximo año, reflejando los obstáculos económicos que enfrentan quienes intentan ofrecer alternativas sostenibles.

Un solo auto eléctrico puede contener hasta medio kilo de imanes de tierras raras.

La incertidumbre ha obligado a las automotrices a tomar decisiones estratégicas urgentes. Mercedes-Benz, por ejemplo, negocia con sus proveedores para establecer reservas estratégicas de tierras raras. En paralelo, las compañías deben identificar a sus proveedores más vulnerables en los eslabones inferiores de la cadena, muchos de los cuales necesitan permisos especiales de exportación, lo que añade complejidad operativa.

Al mismo tiempo, algunos países, como Japón, han demostrado que es posible reducir la dependencia china. Luego de una crisis similar en 2010, Japón diversificó su abastecimiento hasta el punto de que en 2018 China ya solo representaba el 58% de sus importaciones de tierras raras.

La actual escasez de tierras raras ha puesto en evidencia, una vez más, la fragilidad de la cadena de suministro automotriz global. A diferencia de crisis anteriores, esta vez el riesgo es más estructural: no se trata únicamente de disponibilidad, sino de un desequilibrio geopolítico donde el control de recursos estratégicos se convierte en herramienta diplomática.

La situación también abre una oportunidad única para acelerar la transición hacia tecnologías más resilientes y sostenibles. Los avances en imanes sin tierras raras, el reciclaje industrial y las nuevas políticas de abastecimiento pueden sentar las bases de una industria menos dependiente y más preparada para los desafíos del futuro.

Sin embargo, la pregunta sigue abierta: ¿actuarán las empresas y los gobiernos con la urgencia que exige la situación, o volverán a tropezar con la misma piedra cuando llegue la próxima crisis?

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