La educación del siglo XXI: el tecnoestrés en los actores educativos

En el campo de la educación, el cambio de la presencialidad a la virtualidad ha propiciado que los docentes adquieran o potencien las competencias digitales para ejercer una práctica pedagógica que responda a las características de las generaciones del siglo XXI (quienes están bajo la influencia tecnológica). Por tanto, el profesorado del siglo XXI ha tenido que desaprender para enriquecer su práctica docente apoyada en la tecnología.
Como ya lo decían Fernando Suaréz y Felipe Castro, en el “Congreso Virtual Educa–Lisboa 2021”, la tecnología permanecerá en el núcleo de nuestra formación y principales actividades de esta época, entre ellas, la educación. No obstante, las TIC tienen una doble cara, por un lado, facilitan el trabajo y, por otro, pueden ocasionar efectos psicosociales y emociones negativas en sus usuarios.
En el contexto actual, el llamado tecnoestrés está directamente relacionado con efectos psicosociales negativos por el uso excesivo de las TIC (Cárdenas y Bracho, 2020) en el teletrabajo, los servicios en la nube, la monitorización de actividades virtuales, las redes sociales y otros.
El tecnoestrés es un fenómeno que se ha estudiado en diferentes contextos; en el sector educativo, los docentes y estudiantes han tenido la exigencia de hacer un uso continuo del dispositivo celular, Tablet o computadora para cumplir con las actividades académicas, incluyendo en algunos casos, una extensión inconsciente del horario laboral».
De acuerdo con Ángel Bello (2021), el tecnoestrés se manifiesta con molestias físicas o emocionales que se experimenta en el día a día, problemas como el dolor de cabeza, fatiga mental, vista cansada, tensión del cuello, espalda, hombros y brazos, entre otros. Todo ello, a consecuencia de las largas horas delante de las pantallas y la exigencia continua de usar las herramientas tecnológicas. Solo como ejemplo, el tecnoestrés docente en la “Academia Militar General Miguel Iturralde”, en México, resulta de las actividades de entre las 5 a 10 horas de sobrecarga de trabajo (sesiones virtuales, investigaciones, preparar-corregir trabajos, exámenes virtuales, reporte de calificaciones, exceso de informaciones).
Las condiciones del espacio son otra causa de malestar derivados del tecnoestrés, debido a las actividades realizadas desde casa en condiciones no, precisamente, favorables; un servicio de internet inestable; un equipo que no, necesariamente, responde a las exigencias de las diversas aplicaciones que se debe aprender a usar y el ruido (ambiente) del espacio.
Aunque el tecnoestrés ya se presentaba en el trabajo, debido al auge de la cuarta revolución industrial. Empero, en la actual academia han surgido grandes dificultades debido a la falta de habilidades y hábitos por parte de los actores educativos para usar y manejar las TIC y salir con éxito del desafío que para muchos significan los procesos y la educación virtual. En la práctica, el mejor antídoto consiste en asumir este desafío como una gran oportunidad para la apropiación (conocimiento, formación y aplicación) de la tecnología.
En este escenario cíclico entre educación virtual, semipresencial o presencial de nuestro contexto —según los datos disponibles de una reducción sostenida de los casos durante varias semanas— se debe considerar la tecnología una invaluable aliada para la enseñanza y el aprendizaje de hoy. Por ello, es importante aplicar algunas recomendaciones para evitar el estrés tecnológico:
- Es importante incorporar rutinas de trabajo.
- No llevarse el trabajo a casa.
- Adaptar las TIC de manera saludable, evitando la invasión en la vida diaria de teléfonos móviles, e-mails, otros.
- Limitar el uso de las redes sociales, es el individuo quién gestiona su tiempo.
- Dedicar tiempo a las personas que comparten la vida de cada uno.
De manera favorable, la emergencia sanitaria ha puesto a prueba la capacidad de resiliencia tanto de los profesores como de los estudiantes. En tal sentido, en materia tecnológica, se destacan los esfuerzos y las capacidades de enfrentar a la adversidad de una forma más constructiva.